miércoles, 1 de febrero de 2012

XVI SEMINARIO LATINOAMERICANO DE ESCUELAS DE TRABAJO SOCIAL

LA GLOBALIZACIÒN Y SU IMPACTO EN EL TRABAJO SOCIAL HACIA EL SIGLO XXI                  


                            AMÉRICA LATINA EN LA DÉCADA DE LOS NOVENTA             

Helio Gallardo, DEI


Nosotros no respondemos a los procesos; respondemos a los acontecimientos. Para que prestemos atención debe haber una erupción, un terremoto, un misterioso vómito gaseoso de un lago envenenado en el Camerún o el colapso de una masa helada. Una vez leía acerca de un maestro que ilustraba este punto con  una  rana.
Primero, arrojó la rana en un cazo con agua caliente. La rana saltó y salió fuera. Luego, el maestro colocó la rana en un cazo con agua fría y encendió un quemador Bunsen. La rana siguió nadando tranquila hasta que murió hervida.


Cualquiera observación sobre América Latina debe entenderse como tendencias en un sistema o subsistema captados con un alto grado de abstracción. Ni histórica ni socialmente existe una América Latina y las conflictividades que ofrecen sus particularizaciones, regionalidades y procesos no pueden ser resueltos extensamente mediante su narración ni cómodamente a través de una conceptuación que, por abstractamente generalizante, resulta falsa.

Hecha esta indicación, señalaremos las tendencias que dominan la década del noventa en América Latina, ilustraremos estas tendencias con referencia históricas, y apuntaremos, desde un punto de vista popular[1][i], los núcleos de problemas que ellas configuran.

SOCIEDAD Y SENSIBILIDAD SOCIAL
1) Las sociedades latinoamericanas culminarán, en la década del noventa, su transición desde sociedades constituidas por el  ámbito político-jurídico-cultural o conglomerados constituidos por el ámbito económico-social.

Desde el punto de vista de la literatura  política corriente, el anterior desplazamiento del eje constitutivo de las sociedades latinoamericanas equivale a la transición desde el modelo de sustitución de importaciones, con fuerte presencia estatal, al modelo de economías privatizadas de exportación con sobredeterminación mercantil. Por decirlo con una imagen, después de la Segunda Guerra Mundial las sociedades latinoamericanas aspiraron a un desarrollo entendido como modernización y mejoría en la calidad integral de la existencia. La sensibilidad social en la base de esta aspiración fue el desarrollismo y su particularizada oferta de que todos llegarían a ser sujetos de derecho (ciudadanos). Desde inicios de la década del  ochenta, las  sociedades latinoamericanas empiezan a regirse por un imaginario de producir con eficiencia/consumir con opulencia,  funciones ambas de un mercado mundial que es el referente de todo derecho. en la década del noventa culminará, para los latinoamericanos, esta transición según la cual fuera del marco de la producción eficiente y del consumo opulento o conspicuo se carece de derechos[ii] o ellos  pueden ser mediatizados.

1.1- Es posible ilustrar la transición anterior con la transformación que ha sufrido la imagen sociológica del "pobre" desde la década del sesenta hasta hoy. Para la mayor parte de la sociología oficial del desarrollismo, el pobre era caracterizado como “marginal”. Un marginal era alguien -o un sector social- ubicado en el borde externo de un proceso constante de desarrollo que se movía desde las ciudades haia el campo o desde el centro de la ciudad hacia su periferia. De este modo, el marginal resultaba una figura que inevitablemente sería incorporado a la modernización entendida económicamente como industrialización. En la segunda mitad de la década del ochenta, el pobre empieza a ser representado como “excluido”, imagen que se incorpora a la sociología oficial en la década del noventa. El excluido es función de una economía y una sociedad que expulsa sistemáticamente a sectores de la población que no logran ni producir con eficiencia ni consumir con opulencia en los términos que demanda la lógica del mercado mundial. El marginal era una representación propia de una sensibilidad -sin duda ideológica- centrípeta cuyo núcleo movilizador era el Estado. El excluido corresponde a un imaginario centrífugo cuyo referente es un mercado mundial potenciado por las tecnologías de punta[iii] y activado por las preferencias de los consumidores en las economías centrales y sus prolongaciones de los estratos transnacionales aunque provisoriamente integrados de las economías y sociedades de la periferia.

1.1.1 El habla colombiana califica, en el límite, al excluido como “desechable”. Designa con esta expresión al ser humano -persona, contingente- que debe ser  asesinado para que puedan existir el orden, la pulcritud, el bien y la civilización. La configuración sistemática de cada vez más “desechables”, con el desafío ético y político que ello implica, es un factor contenido en la competitividad mercantil proyectada como absoluto y en la eficiencia desligada imaginariamente de todo carácter social. En el límite, también, el “desechable” alcanza su significación más ominosa cuando las víctimas latinoamericanas de una modernización que no controlan asumen su falta de éxito como ‘culpa’. Hablamos aquí de una internalización de la agresión y de la inhumanidad como responsabilidad individual y excluyente. Para una perspectiva popular, se trata de la destrucción de la esperanza, de una sensibilidad de la desesperanza con sus alcances políticos y éticos.

1.2 Desde el punto de vista de la configuración social, la transición desde un modelo de crecimiento determinado por una incorporación reactiva[iv] al mercado mundial acentúa, en el corto y mediano plazo, la polarización social que históricamente han desplegado las sociedades latinoamericanas[v] y le confiere un nuevo carácter. Esquemáticamente, se dibujan tres sectores sociales. Una minoría transnacionalmente integrada y con alta imagen como productora de desarrollo, un creciente sector nacionalmente excluido o de alta inestabilidad y, entre estos polos, los sectores medios determinados por el multiempleo y el endeudamiento que no evitan la frustración de no poder acceder al consumo conspicuo del polo transnacionalizado ni el temor de caer en el polo de la pobreza o de la exclusión[vi]. Aquí, ni siquiera el éxito económico, siempre puntual, garantiza la integración social. En los tres sectores se expresa el trabajo informal, caracterizado como ‘cuentapropismo’, es decir una actividad o empresarial o de sobrevivencia que, en el marco de la actividad económica global, no se rige por las formas legales de contratación ni por la legislación laboral[vii]. Es en este cuadro que se manifiestan las sensibilidades dominantes propias de la nueva organización social. Destaquemos las más evidentes:

a)     el individualismo ligado a fenómenos diversos: la fragmentación mercantil, las exigencias de competitividad y de triunfo en un marco estrecho y hostil; el éxito se entiende como una práctica contra los otros o usando a los otros, no con los otros y par todos, asociado a este individualismo se presentan fenómenos de insolidaridad y de apatía tanto por el funcionamiento social como por su reproducción; estos fenómenos pueden articularse con ideologías particulares como las versiones individualizantes del postmodernismo[viii] y el auge de los sectarismos y ensimismamientos religiosos;
b)     el consumismo valorado y asumido como el aspecto gozoso de la nueva modernización: se vale por lo que se  es capaz  de mostrar: el automóvil, la camiseta o ropa de marca, la presencia en lugares exclusivos, etc. Esta sensibilidad se deriva también de la circulación/saturación de los valores mercantiles potenciados por los medios de masas y genera, todavía más que el individualismo, con el que se complementa, frustración entre los sectores medios y resentimiento entre los grupos excluidos. Para amplios sectores -nacionalmente excluidos y capas medias bajas-, la modernización de sus economías se presenta como proliferación de despachos que venden mercancías (automóvil, ropa) de segunda mano e importada de las sociedades centrales o artículos dañados y reconstruidos; así como el individualismo es un signo de descomposición social por su referencia a identidades falsas y a la insolidaridad, el consumismo lo es en cuanto remite a la frustración, la ansiedad y el vaciamiento espiritual y cultural;
c)      la sobrevivencia; esta sensibilidad es internalizada no sólo por los sectores empobrecidos, sino por la sociedad global. Ningún sector ni función económica tiene asegurada, en el nuevo modelo, su continuidad. Los sectores transnacionalizarse asumiendo una nueva identidad. Los sectores medios recurren, como hemos  señalado, al multiempleo y al endeudamiento para sostener su capacidad de consumo, especialmente en salud y educación, sectores ambos privatizados y de alto costo. La sobrevivencia de los más débiles incluye su existencia biológica puesta en cuestión cada día. La radicalidad de la sensibilidad de sobrevivencia transforma los antiguos valores: la antigua solidaridad, por ejemplo, puede practicarse como ayuda mutua, es decir con un contenido mercantil, ‘te ayudo para que me ayudes’ y encapsulada, y no en el sentido de una generosa producción más amplia de comunidad [ix]. Pese a su generalización, la sobrevivencia contribuye, de esta forma, tanto a la fragmentación de las relaciones sociales como a propiciar entre los sectores más castigados por las tendencias del modelo el clientelismo y el asistencialismo, es decir su reactividad y adaptación a las condiciones en curso;
d)     La precariedad; ligada a la intensificación del ritmo de cambios cuya dinámica y carácter  no se controla, al estrechamiento del tiempo en un presente de sobrevivencia, a la extensión y nuevas formas de la pobreza, empleo y subempleo, el deterioro de lo político, extienden y particularizan sensibilidades de  provisoriedad (exterioridad, interinidad) y precariedad (inestabilidad que intensifican la fragmentación y pérdida de un referente de totalidad y de un horizonte de esperanza y tornan a la alienación en experiencia inmediata y cotidiana sentida como vacío y malestar que buscan ser cubiertos por los espacios públicos y mercantiles de los espectáculos de masas (televisión, conciertos, deportes, consumo, supermercados, shows religiosos).  En este se multiplican las 'apariciones maravillosas' (vírgenes, extraterrestres) y todo tipo de supercherías abiertamente mágicas o con una referencia pseudo científica (astrología, lectores del zodíaco, v.gr) que ponen de manifiesto, en le mismo movimiento, la constancia y fuerza de la alienación y el malestar, difuso pero generalizado, que ella excita; a diferencia de la sensibilidad de sobrevivencia, la provisoriedad y precariedad operan básicamente como depresores sociales, como un saberse ante un siempre-más-de-lo-mismo odioso pero al que hay que adaptarse (10);
e)     El tecnocratismo; se trata de una acentuación de la focalización en las operaciones y procedimientos y sus logros pragmáticos desligados de sus fines y de su relación con procesos y totalidades.  Es una sensiblidad inherente a la modernidad --y ha sido desplegada con fuerza, por tanto, desde la década del cincuenta-- que puede expresarse ahora bajo las determinaciones del 'hundimiento del socialismo', la 'inexistencia de alternativas', el 'final de la Historia' y el 'todo vale'.  En el plano político se impone bajo la forma del realismo de la dominación, es decir como negación de la utopía y destrucción de la esperanza; socialmente, y visto desde los sectores más carenciales, puede manifestarse como exasperación, explosividad social y vandalismo;
f)       El ensimismamiento; la transición que experimentan las sociedades latinoamericanas supone su reconfiguración total dentro del marco del capitalismo dependiente.  Como hemos indicado antes, una resconstitución del conjunto de la sociedad contiene desafíos para las identidades individuales y grupales.  Al mismo tiempo, la transición es inducida, es decir que no puede ser controlada mediante fuerzas internas o nacionales, de modo que su carácter se presenta al imaginario social mayoritario como algo exterior.  Una transformación acelerada (11) a la que se valora como exterior y hostil --en algunos países fue gestado mediante el terror de Estado-- y que declaradamente carece de alternativa, supone desafíos radicales para las identidades ideológicas e históricas en todos los planos (personal, familia, corporativo, ciudadano, étnico, religioso, etc.).  Una de las respuestas posibles, en el marco de la sobrevivencia - insolidaridad propuestas por el sistema, es el ensimismamiento (volverse sobre sí mismo) individual o grupal.  En sociedades de exclusión, donde todo vale, es posible readquirir identidad mediante la sobreafirmación de la singularidad (postomodernidad subjetivizante) o la adscripción a grupos particularizados y fragmentados que rompen con la historia (sectas religiosas fundamentalistas, v.gr)mediante su descomposición o espiritualización.  Este fenómeno de ensimismamiento no es incompatible con el abandono inercial a las instituciones del sistema (el mundo presentado por la televisión, por ejemplo).  En todos los casos se trata de una readquisición imaginaria de una identidad que no es puesta en relación con la totalidad de los procesos sociales y con la lógica que los anima, sin con algún aspecto de ellos, normalmente epidérmico.

    Sinteticemos estos apartados: durante la décadas del noventa las sociedades latinoamericanas culminarán, con ritmos diversos y particularidades propias, su transición hacia una nueva fase de su modernización que, en su fundamento, acentúa la desagregación y fragmentación de sus instancias económicas y sociales y genera una sensibilidad dominante y de dominación que podríamos caracterizar como una antiespiritualidad.  La acentuación de la pobreza y de la polarización social(12) derivadas de una inserción inducida y forzosa en el mercado mundial no contiene, por sí misma, prácticas de oposición la sistema o de transformación de sus instituciones.

POLITICA Y SENSIBILIDAD SOCIAL

    1.-  Economías y sociedades como las latinoamericanas que acentúan su reactividad y desagregación configuran o refuerzan, en el mismo movimiento, ámbitos políticos carenciales(13).  Esta carencialidad se manifiesta en la década del noventa por medio de signos variados:

a)  la consolidación de la transnacionalización de las decisiones políticas anunciada con claridad en 1982 al estallar la primera crisis de la deuda externa.  Esta transnacionalización posee dos niveles.  En un plano básico, geopolítico y económico, las decisiones que se toman en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial son presentadas --e impuestas o aceptadas-- como deseos de la comunidad mundial, siendo en realidad decisiones que interesan a Estados Unidos de Norteamérica y otros países centrales o a sus alianzas(14).  En un nivel más restrictivo, la transnacionalización se operacionaliza mediante la presión, el chantaje y la agresión de los organismos financieros inmediata (AID) o medianamente controlados pro el gobierno de Estados Unidos o directamente por este gobierno(15).  El campo de decisión propio para los gobiernos latinoamericanos se estrecha y puede quedar reducido a la realización y sanción administrativa de los pronunciamientos transnacionalizados fundados en la lógica y dinámica de la acumulación mundial(16)

b)  reforzada por la tendencia a la transnacionalización de las decisiones se acentúa la corrupción del ámbito político latinoamericano.  Esto debe entenderse como su tendencia a configurarse como un espacio autónomo de intercambio de privilegios derivados de posiciones de poder entre los actores políticos que dejan de ser interlocutores del conjunto de una sociedad 'bien ordenada' (sociedad civil) y pasan a ser interlocutores para sí mismo.  Es en esta materia de corrupción política que se expresa el afán delicuencial individual de los políticos (Collor de Melo, C. A. Pérez) o de los partidos (PRI mexicano, por ejemplo) o del aparato burocrático del Estado(17) y también el desgaste de todas las ideologías de postguerra, no sólo del marxismo, como fenómenos explícitamente negativos, pero también procesos ideológicamente asumidos como puramente positivos, básicamente el despliegue de la pacificación de América Central o la constitución de regímenes democráticos en todo el subcontinente con la excepción de Cuba;

c)  teniendo como base y potenciando al mismo tiempo el estrechamiento del ámbito político y su corrupción se pone e manifiesto una sensibilización de desencanto, en el sentido de desilusión cínica, respecto de liderazgos, ideologías e instituciones políticas, desencanto que no es ajeno a la fragmentación derivada del predominio mercantil, a la derechización generalizada del ámbito político y a la ausencia de propuestas alternativas al modelo conocido como neoliberal(18).  Paralelamente, se refuerzan los discursos antiestatistas bajo la forma de la oposición maniquea Mercado/Estado o Sociedad Civil/Estado.  El decaimiento del Estado en y para el imaginario social es considerablemente mayor que su debilitamiento efectivo.  Los gastos militares, por ejemplo, no diminuyen, y los aparatos armados pueden decrecer en su tamaño absoluto pero no en su peso en el cuerpo político  y en su influencia decisiva para el conjunto de la sociedad(19).  El aparato del Estado se transforma como función de las exigencias de la nueva fase de modernización que incluye que la lógica de la eficiencia del subsistema económico se apodere del subsistema político.  De aquí que el gasto estatal en educación, salud, vivienda, inversión pública, se recorte(20) extranjera y que se acentúe el carácter regresivo de los impuestos, y se fortalezcan y modernicen los aparatos judiciales, policiales y militares fundamentalmente represivos;

d)  la tendencia al abandono de las funciones hegemónicas del Estado y de la política (decidir las metas y conducir los procesos sociales), desplazadas al juego del mercado, la manipulación, la demagogía, y el verticalismo tecnocrático, se compensa con el papel cada vez más importante en la generación de sensibilidad social de los medios de masas.  No se trata de la monopólica transmisión de contenidos y valoraciones, sino de un "estilo de existencia", frívolo y epidérmico, fragmentario, puesto en evidencia en particular por la televisión y los medios escritos que educan para el nuevo modelo (individualismo, consumismo) en el mismo movimiento que "encantan" y desmovilizan con sus telenovelas, programas deportivos, concursos, sensacionalismos y programaciones interactivas que desplazan, bajo la forma del espectáculo y la sucesión vertiginosa de imágenes, las formas efectivas de la participación social. Un papel menor, todavía, juegan aquí las diversas iglesias espiritualizadas que más que activarse en relación con el modelo lo apoyan inercialmente, incluso mediante su crítica, corroborando identidades deshistorizadas y promoviendo o la resignación (catolicismo tradicional) o la condena de la historia (sectas fundamentalistas).

e)  el antiestatismo retórico y práctico del fundamentalismo económico neoliberal y su resonancia expresan tanto la conflictividad inherente a la potenciación unilateral de la lógica del capital en la sociedad civil (absolutización y paradigmatización del mercado) como un extrañamiento del ciudadano respecto del Estado como ámbito de la sociedad en que se resuelve el Bien Común, la protección y el sentido de la identidad ciudadana y nacional (materialización en una buena administración política, no meramente técnica) y como espacio político en el que se articulan para enfrentarse o negociar las fuerzas (partidos, movimientos) que buscan contribuir a la definición de proyectos y metas sociales y que aspiran a dirigir los procesos para materializar esos proyectos y alcanzar esas metas.  De esta manera la sensibilidad neoliberal fundamentalista antiestatista, expresada como "reducción del aparato del Estado", desrreglamentación y privatización, logra inscribirse en un proceso más amplio de debilitamiento del Estados (s) latinoamericano, presionado por la globalización inducida, la lógica del sistema mercantil en su fase actual y enfrentada a economías reactivas y deudoras, la apetencia o temor de los antiguos y nuevos grupos nativos de presión, la apetencia o temor de los antiguos y nuevos grupos nativos de presión, y la pérdida de cohesión cultural derivada tanto del modelo económico cono de la globalización (homogenización) cultural impuesta sin crítica por los medios masivos y las mercancías-tecnológicas y asumida y potenciada por muchos trabajadores intelectuales.  La "crisis del Estado" es, en realidad, la crisis global de sociedades que no han perdido enteramente la esperanza en un 'buen gobierno' y en los mecanismos que facilitan la  negociación y el consenso (democratización de la institucionalidad política), peor que acentúan su ausencia de sociabilidad fundamental y no encuentran mecanismos efectivos de legitimación de sus Estados ni una adecuada caracterización del ámbito público de sus sociedades; obviamente, y excepto par ale imaginario burgués, una crisis política es siempre una crisis social;

f)  dentro del desgaste y corrupción de los espacios y prácticas políticas se expresa significativamente el deterioro de la izquierda histórica latinoamericana golpeada por la relación existente entre la precariedad de su propio despliegue(21)., el colapso de las sociedades del socialismo histórico en Europa del Este y la URSS, y la concentración de poder social e ideológico alcanzado y movilizado por la globalización y su tenaz proposición de una 'sociedad sin alternativa'.  Una izquierda conceptual y orgánicamente náufraga no está en condiciones de discernir las alteraciones cualitativas que el nuevo modelo introduce en las relaciones sociales e interpreta su propia crisis --o sea su ausencia de resonancia-- como un efecto coyuntural y como una mera fragilidad ideológica momentánea de la que se saldrá inercialmente debido a la inherente "injusticia social" del sistema.  La crisis de la izquierda histórica es en gran medida una crisis de protagonismo que explica, en los diversos países, su patética nostalgia, la renovación sin concepto ni ideología, la intensificación de su oportunismo, o el voluntarismo, pero, en todos los casos, su fragmentación(22) apenas erosionada por su rehabilitación electoral praical en Uruguay y Argentina y por la existencia del Partido de los Trabajadores en Brasil.  Ilustran la debilidad de esta izquierda errática y frágil su aspiración a hacer de la rebelión de Chiapas (1994) un modelo o de entender la crisis financiera, económica y social de México (1995) como la prueba del colapso de la experiencia neoliberal en el subcontinente, sin analizar sus particularidades sociales, es decir sin interlocución histórico-social popular.  Con una inserción histórica abstracta, la izquierda histórica no puede asumir el nuevo carácter de hacer política y de lo político ni mucho menos ligarse original y constructivamente con los nuevos actores y movimientos sociales que hoy son un factor elemental --por su vigor y pluralidad-- de su transformación y efectividad.

     2.-  Provocando diversos tipos y niveles de conflicto con las tendencias a la desagregación, desencanto, fragmentación y anomia descritas más arriba, la década del noventa ha significado para las sociedades latinoamericanas una revitalización de sus procesos de democratización.  La matriz estructural de los conflictos es la tendencia a la exclusión y precariedad propios de la economía política del período, determinada por el carácter de la acumulación mundial, y el llamado de la participación que supone aun la más tímida apelación al régimen democrático.  Los procesos de democratización mostraron sus primeras institucionalizaciones durante la década del ochenta(23) y aunque ellos poseen condiciones internas variadas (la guerra de Las Malvinas, en el caso argentino, la ingobernabilidad en el caso haitiano, la presencia sandinista en los casos centroamericanos, la unidad de la oposición en el caso chileno, etc.), su referente geopolítico comprende dos determinaciones que no han perdido vigencia: 1) un régimen civil, encabezado por un partido con capacidad de convocatoria y amparado por un Estado de derecho, impide internamente la constitución de un  frente único opositor que puede ser lidereado por organizaciones revolucionarias armadas puntual y regionalmente desestabilizadoras; 2) un régimen civil es menor vulnerable a la crítica acerca de la violación de los derechos humanos en el interior de Estados Unidos.  Ambas conclusiones alentaron la política de la administración Reagan hacia América Central durante la década del ochenta y se siguieron del análisis de la insurrección popular nicaragüense de 1979.  Sobre estas determinaciones operó, en el final de la década, el derrumbe de los regímenes comunistas esteeuropeos y la autodisolución de la URSS en 1991.  Desaparecida la "amenaza comunista", las FF.AA. latinoamericanas deberían reorientar su rol político.  Geopolíticamente, no existe en la actualidad un clima favorable a los golpes militares en el subcontinente.  Tampoco le son favorables las necesidades, en esta fase, de una economía política globalizada(24).
    Los procesos de democratización presentes en la década del noventa no constituyen de modo alguno formas de 'retorno a la democracia' vigente, aunque fuese retóricamente, antes de la era de los regímenes y de la sensibilidad de Seguridad Nacional en las que tanto la economía como la política y la cultura son determinadas como función de una sociedad capitalista bien ordenada, es decir una en la que la potenciación unilateral del capital, de sus instituciones y personificaciones no puede ser cuestionada(25).  Se conforman democracias a las que se quiere restrictivas y autorrestringidas en cuanto institucionalidad que debe someterse al sistema autorregulado del mercado.  Propuestas así, las nuevas democracias poseen, para la dominación un valor ambiguo: son valoradas en relación con la oposición dictadura/democracia propia de un pasado reciente y también en cuanto institucionalidad política de un régimen democrático cuyo eje o núcleo fundamental es le mercado. En la misma perspectiva de la dominación las nuevas democracias son desvaloradas, en cambio, por cuanto implican interlocución con necesidades sociales populares y participación social independiente del Estado y del Gobierno.  En esta segunda vertiente, la sensibilidad dominante, incluyendo su ciencia social, vincula 'democracia' con 'ingobernabilidad' y, obviamente, con un eventual retorno de las dictaduras (cívico-militares o militares)(26).  la ingobernabilidad es la forma académica que asume el chantaje práctico: no existe alternativa a la democracia capitalista dependiente y restrictiva, excepto que se desee retornar a la dictadura.  La dictadura misma puede aparecer ahora como liberadora y democrática en cuanto introduce el 'orden bueno' y libera la fuerza del capital en el mercado.  La administración electoral, en la que se ha introducido generalizadamente la segunda ronda, bloquea también las aspiraciones de triunfo en las urnas de opciones transformadoras.  Las democratizaciones se concentran, entonces, en el espectáculo electoral de muy alto costo, en el apoyo a un Estado de derecho restrictivo y sobrevigilado por los aparatos armados, en la manipulación de la opinión pública y en el desgaste de las ideologías y de los partidos --y de sus alianzas de rango amplio-- convertidos cada vez más en eficaces interlocutores y en negociadores cupulares en desmedro de su interlocución social y política.  Las democratizaciones contribuyen así al deterioro básico de las prácticas políticas(27).
    2.1.-  Por frágiles que sean, sin embargo, las situaciones y procesos de democratización que viven las sociedades latinoamericanas, ellos abren espacios de movilización, organización y expresión hasta hace poco confiscados o prohibidos.  Pueden así levantarse socialmente expectativas y promoverse formas elementales o avanzadas de participación.  De hecho, ya hemos señalado que existe un desgarramiento entre una economía política que no resuelve los problemas sociales y que excluye o precariza a sectores significativos de la población y la convocatoria a participar, aun cuando sea electoralmente, que supone el llamamiento democrático.  Se da un desgarramiento, asimismo, entre la promoción de este llamamiento y la transnacionalización de las decisiones políticas, especialmente si ésta se acompaña con su traspaso final a una pretendida autorregulación del mercado.  Una institucionalidad democrática que se expresa en relación con una política nacional que ya no decide metas ni conduce los procesos sociales(28) y que, en su corrupción, ha abandonado hasta los conceptos / valores de Bien Común y comunidad, tornando cada vez más opaca la acción política, tiene que ser, obviamente, una institucionalidad cuestionada.  Sin subestimarlos, los procesos de democratización deben ser valorados, entonces, más pro su vertiente imaginaria, cuestionadora objetiva del orden vigente, que por su institucionalización.  En realidad, la imanen de la "democracia sin apellidos" es una de las más fuertes trampas del imaginario de la dominación actual en las sociedades latinoamericanas.

    3.-  La democracia "sin apellidos", que se institucionaliza conflictivamente hoy en América Latina, y la reingeniería del Estado por la lógica del mercado, son funcionales a los procesos de globalización nortecéntrica y unipolar(29) mediante los que se despliega hoy el capitalismo mundial. Esta globalización supone tanto una integración financiera y una alta movilidad para el capital como, en esta fase, la configuración de grandes unidades económicas y políticas como la Comunidad Europea o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.  La tendencia a un mercado mundial fluido(30) se frena entonces mediante las compactaciones regionales (europea, sudeste asiática, norteamericana) que contienen libre comercio en su interior y barreras proteccionistas hacia el exterior del bloque.  Para las economías latinoamericanas este proceso coincide con una coyuntura larga en la que el valor de las exportaciones de América Latina y el Caribe en el comercio mundial descendió, entre 1960 y 1990, de un 7.7% del total mundial a menos de un 4%, descenso que evidenciaba no sólo una contracción económica sino que el deterioro de la capacidad negociadora de los países de la región.  Globalización asimétrica, colapso del modelo de desarrollo local adentro y configuración de bloques económicos y comerciales regionales son factores que potencian en América Latina nuevas políticas de integración(31).  Estas acciones de integración poseen un doble carácter: constituyen un mecanismo defensivo o reactivo para evitar la exclusión propia de una pérdida creciente en competitividad y buscan potenciar una mejor posición para negociar una integración final al Tratado de Libre Comercio de América del Norte.  Este doble carácter no es excluyente. De hecho, los esfuerzos intrasubregionales se orientan a abrir más los mercados latinoamericanos a la venta de productos y servicios norteamericanos, bajo la forma de acuerdos comerciales, zonas de libre comercio o mercados comunes(32).  En el despliegue estratégico, los mecanismos de integración entre las economías subdesarrolladas y dependientes de la región, darán paso a una integración asimétrica o subordinada entre economías postindustriales, como la de EUA, y las latinoamericanas.  Este tipo de integración, nuevo, sin la transformación social profunda de América Latina y la consiguiente redistribución de poderes, difícilmente resolverá los problemas de la mayoría de su población, aunque acentuará la riqueza de los más ricos y profundizará las polarizaciones y tensiones sociales que hemos descrito anteriormente.
    En síntesis, la transición inducida que experimentan las sociedades latinoamericanas supone una reconfiguración tanto del sentido de la dominación entrega a lo político como de las prácticas políticas.  Aunque no se reduzca absolutamente lo político a los mercantil, el primer subsistema aparece determinado por el segundo, perdiéndose de esta manera la autonomía y capacidad relativas del Estado para articular en términos de producción de comunidad --real o imaginaria--, o sea de incremento de la racionalidad humana de la sociedad, los diversos subsistemas sociales (económico, cultural, político). Se habla, entonces ligera o interesadamente, de una crisis del Estado, determinada tanto por la obsolescencia del Estado-nación como por su tradición mercantilista o paternalista.  La 'crisis del Estado' no es sino expresión histórica, en su nivel, de la crisis global de las sociedades latinoamericanas que no están en condiciones de asumir, como conjunto nacional ni regional, las demandas de la globalización asimétrica, nortecéntrica y unipolar.  Con ese referente, la sensibilidad más generalizada posee una concepción defensiva de la democracia, por oposición a las dictaduras a las que no se desea volver. Lo político se conforma así como separado de lo económico.  Las reglas del mercado pueden violar sistemáticamente los derechos de las personas produciendo, por ejemplo, pobres y excluidos(33), pero el gobierno democrático sostiene y defiende los derechos humanos al mismo tiempo que potencia unilateralmente la lógica del capital en la economía. Posteriormente, ambos movimientos, contradictorios, pero que suponen la correspondencia entre economía y administración social (que reemplaza tecnocráticamente a la política), son expresiones del despliegue actual de la globalización asimétrica e inducida que transforma hoy a las sociedades latinoamericanas.  El proceso de privatización desdibuja, asimismo, el imaginario colectivo respecto de los alcances de lo público y de lo privado acentuando los efectos de fragmentación y enfrentamiento individual --socialmente desesperanzado-- de los problemas entendidos cada vez más como desafíos inmediatos sin referente estratégico y utópico (inmediatismo). En estas condiciones, resultan enteramente compatibles tanto la indiferencia por la política y los partidos como una recurrente explosividad social y las adhesiones a liderazgos personales construidos propagandísticamente o que remiten a un pasado que míticamente se afirma como una edad de oro(34).  Ideológicamente, el neoliberalismo triunfante es enfrentado por una estereotipada agitación o 'insurrección' de la sociedad civil.  Los fenómenos de democratización continúan siendo, políticamente --por su relación con la producción de comunidad, con la transparencia y responsabilidad institucional, la participación ciudadana y la afirmación del valor del sujeto humano y de su sociabilidad-- la forma nuclear para una eventual transformación. Pero en la coyuntura larga esta forma parece desvanecerse en la pluralidad sin jerarquía de los dolores sociales, reverso postmoderno de la presión y fragmentación mercantiles.

            GLOBALIZACIÓN ASIMÉTRICA E INDUCIDA Y SENSIBILIDAD SOCIAL
    1.-  No es posible hablar de las sociedades latinoamericanas en la década del noventa sin hacer referencia al papel que en su reconstitución o transición desempeña el deseado 'Nuevo Orden Mundial'(35) que se manifiesta como proceso de globalización asimétrica.  Para América Latina, globalización subordinada y forzosa.  'Asimétrica' hace referencia al carácter articulado y polarizante de los procesos (concentración/desagregación).  'Subordinado' indica que carecemos de control sobre ellos.  'Forzoso' señala su necesidad histórica y política, no lógica.
  
     2.-  Los procesos de globalización en curso tienen caracteres nortecéntrico y unipolar.  Esto quiere decir que su lógica es la de la acumulación en un mercado global (en el cual participan nuestras economías) que se activa mediante las tecnologías de punta monopolizadas por las economías centrales y que se orienta, en el plano de la demanda, a satisfacer las preferencias de los consumidores conspicuos y opulentos.  En esa lógica quedan mediatizadas, es decir invisibilizadas y revisibilidazadas, las necesidades de la población y del ambiente natural.  Sin oposición, estas mismas necesidades quedan mediatizadas también por la geopolítica que articula intereses particulares de Estados - potencias y los impone como si fuesen globales.  Las necesidades efectivas de la población  y del ambiente natural son así invisibilizadas primero y revisibilizadas después como funciona de la lógica de la acumulación global y del equilibrio entre potencias.

    3.-  Los procesos económicos, políticos y culturales de la globalización en curso condensan, expresan y promueven una nueva forma de despliegue del capitalismo centrado más en la información y en la administración del conocimiento (intensidad del control mercantil sobre la producción y distribución) que en la explotación extensiva de recursos naturales y humanos.  Este despliegue ha intensificado la polarización del mundo en un 20% de la población que controla y percibe el 83% de la riqueza y un 60% que sobre vive con un 7%.  Las proyecciones demográficas hacia la mitad del próximo siglo indican que el polo de consumo conspicuo se habrá reducido a un 12% de la población mundial.  La polarización se expresa, asimismo, en cada región o país.  Se habla así de un "desconfinamiento del Tercer Mundo" o e la "sudificación" de las sociedades centrales(36).  Para las sociedades de la periferia, baste mencionar que en Brasil, con ingreso anual promedio de 2.540 dólares, más de un 50% de la población capta 560 dólares y un 15%, 12.000.

    4.-  Consideradas en su conjunto, las sociedades latinoamericanas son reactivas hacia este tipo de capitalismo.  Esto quiere decir que ingresan a esta nueva fase sin capacidad para corregir los desequilibrios y desagregaciones que en todos los niveles han acumulado en sus esfuerzos previos por 'modernizarse'.  De esta manera los nuevos desequilibrios se articulan y potencian con los antiguos (formas de propiedad, distribución de la riqueza, endeudamiento parasitario, desatención de la educación, dependencia industrial-tecnológico-científica, alienación cultural, relación población-medios de vida, etc.). Quedan por ello reducidas, en el mejor de los casos y siempre provisoriamente, a ser puntos de inversión privilegiados (México, Chile) o, en el peor, a ser desacoplados como países, regiones y poblaciones por carecer de materias primas significativas, no constituir mercados interesantes y ser geopolíticamente despreciables(37).

    5.-  Los nuevos problemas que enfrentan estas sociedades (el auge de la pobreza, la destrucción acelerada del hábitat, por ejemplo), son percibidos y valorados desde una sensibilidad que, configurada en los centros, tiende a considerar agotada y obsoleta la ayuda para el desarrollo.  De hecho el desarrollo universal, para todos, es el valor que ha sido desplazado.  En su lugar aparece el crecimiento económico como resultado de acciones internas que potencian la inserción en el tráfico mundial de mercancías(38).  Los países y regiones resultan así responsables exclusivos de su crecimiento/desarrollo.  En el discurso neoliberal, 'ya no existen excusas para ser pobres'(39)Lo que está efectivamente en cuestión es una ética de solidaridad referida a la universalidad plural de la existencia humana.  En su reemplazo aparece la "ayuda para catástrofes" y la forzosidad de intervenir desde los centros en la periferia para salvaguardar los derechos humanos y reparar la disolución del orden estatal previamente determinados desde la lógica de la globalización asimétrica.  El socorro ante las catástrofes y los derechos humanos son así asimilados a la óptica del “desechable” (Moral del Amo). La ceguera e insolidaridad internacionales y el desprecio por el otro, toman la forma de un nuevo y eficaz !humanismo! de final de siglo cuyo correlato local, particularizado es en !desechable!.

6.- Además de la perspectiva mercantil que ve en los territorios latinoamericanos ventajas comparativas (que los gobiernos latinoamericanos se esfuerzan por producir y ofrecer competitivamente) para la producción eficiente y el consumo opulento en los términos de la acumulación  mundial, o contingentes humanos y culturas desechables para esos mismos términos, los países centrales, en particular EUA, valoran a estas sociedades como problemas - amenazas, básicamente por su crecimiento poblacional, que asocian con atraso y deterioro ambiental, las migraciones no deseadas y de sobrevivencia, el narcotráfico, además de eventuales alzamientos subversivos y el endeudamiento, al parecer perenne, resultado de su corrupción política y de su desorden y desintegración social. La perspectiva de una integración americana, como la esbozada para el largo plazo económico por la Cumbre de Miami en 1994, contiene esta doble solicitud norteamericana: articulación asimétrica en beneficio de la acumulación mundial y homogeneización política y cultural que evite los desequilibrios y favorezca la reproducción de una sociedad de victimizadores y de víctimas mediante la internalización, por estos últimos de su inevitable y final culpabilidad (fragmentación, ineficiencia).

    7.-  En el plano más directamente operativo, la anterior sensibilidad matriz se pone de manifiesto mediante un amplio espectro de ideologizaciones particulares que, desde las prácticas de la dominación, tienden a saturar el imaginario social latinoamericano de la década.  Indicamos las de mayor resonancia, sin mayor pretensión analítica.
     Desde luego, la afirmación de una 'sociedad sin alternativa' está ligada al deterioro y colapso de las sociedades del socialismo histórico traducido como triunfo del capitalismo y asociado, no siempre constructivamente, con la imagen del "final de la Historia"(41) popularizada por F. Fukuyama a finales de la década del ochenta.  Para las sociedades latinoamericanas la ausencia de alternativas contiene el rechazo de las utopías --en su carácter de ilusión que debe ser desencantada por la práctica del cálculo costo/beneficio-- y la destrucción de las esperanzas y espiritualidad populares. Ya hemos señalado que el éxito de esta ideologización depende de su internacionalización (apropiación destructiva) por parte de quienes la sufren.  Inmediatamente ligada a este referente ideológico aparecen las observaciones sobre el carácter 'realista' de la política --su rol tecnocrático y pragmático--, es decir del 'final de las ideologías' y, en otro nivel pero con el mismo alcance, el del agotamiento de los "grandes relatos salvíficos" con el que se disipa la referencia a la totalidad social y con ello la responsabilidad ética de los sujetos, de las fuerzas sociales, de sus ideas e institucionalizaciones, en la producción de una sociedad humana(42).  Como interlocutor eje de estos discursos se encuentra siempre el desplazamiento del problema de la práctica de la libertad humana por la autorregulación por el mercado.
    Más institucionalmente, dominan en el ámbito ideológico los discursos sobre la necesidad de los ajustes estructurales propuestos-impuestos por el FMI, el Banco Mundial y el BID.  Sus campos temáticos son el equilibrio macroestructural (el déficit fiscal y la inflación deben ser revertidos) como condición para el crecimiento, una extrema liberalización financiera, la distribución como función de la producción, la racionalidad del desempeño burocrático, la lógica del costo/beneficio, la privatización y desrregulación y la inserción sin trabas en el comercio mundial.  Alejándose puntualmente de esta ortodoxia resuena, pero con mucho menor efecto práctico, el discurso de la CEPAL que insiste en el carácter sistémico de la modernización y, con él, en la determinación política fundamental de la transición.  Ubicándose al parecer contracorriente, la ideologización de la CEPAL contiene el supuesto de que el capitalismo podría generar crecimiento y desarrollo para todos los sectores y para todos los países.  Este supuesto, incluso interpretado restrictivamente en términos económicos, es enteramente cuestionable y no forma parte, como hemos observado varias veces, de la ortodoxia que fluye desde los núcleos de poder en los centros.  Para ellos, de la globalización asimétrica resultan ganadores y perdedores y las poblaciones, las culturas y el medio natural latinoamericano figuran generalizadamente entre estos últimos, sin perjuicio que enclaves humanos y económicos, puntualmente, alcancen el éxito.  También en apariencia distante del realismo frío de la ortodoxia de la globalización comienza a resonar, en clientelas particularizadas pero con capacidad de amplificación, un discurso gestado en las Naciones Unidas (PNUD) que establece un ranking de desarrollo humano(43) propone ideológicamente un continuo de desarrollo que opaca la realidad de una globalidad a la vez articulada y desagregada, es decir ligada destructivamente (orden/desorden). Mediante esta opacidad básica, el discurso sobre el 'desarrollo humano' se inscribe en la sensibilidad de la dominación.
    Por supuesto, maximizar el empleo de los recursos(44) y 'ordenar la casa', aspirar a un buen nivel de vida y no sólo a la sobrevivencia, crecer en educación y salud no son disvalores por sí mismos.  El desgarramiento surge cuando ellos son propuestos como funciones de una acelerada y devastadora acumulación mundial de capital que sacrifica hoy a la gente, destruye sus esperanzas y deteriora, quizás irreversiblemente, el hábitat natural.  Es aquí donde aparece la urgencia de una alternativa.

GLOBALIZACIÓN ASIMETRICA Y PROBLEMAS MUNDIALES.
PROYECCION LATINOAMERICANA
    1.-  Los procesos de globalización asimétrica antes reseñados no pueden desplegarse sin generar problemas mundiales.  Leídos en perspectiva alternativa los principales problemas de este tipo son: la articulación existente entre modelo económico (tendencia a la absolutización del mercado), deterioro ambiental humano y natural e inadecuada relación entre concentraciones de población y medios de existencia o de vida(45), las tendencias armamentistas y la acumulación de arsenales de exterminio masivo, la discriminación contra la mujer, los jóvenes y los ancianos, y la tendencia a la homogenización de la cultura que incluye, para los creyentes, la universalización de la idolatría.
 
    1.1.-  Los problemas enunciados son mundiales porque afectan a toda la población humana, aunque no esté en control de ellos ni sea directamente responsable por su constitución.  Son también mundiales porque cada uno de ellos, o su articulación, pone en cuestión o la existencia misma del género humano o deteriora radicalmente la condición humana de esta existencia.  Sin embargo, el despliegue de estos problemas mundiales objetivos no va acompañada mecánicamente de una subjetividad crítica(46) mundial en relación con ellos.  Un problema no es efectivamente mundial mientras esta subjetividad o sensibilidad material no existe.  Contra su constitución operan los mecanismos fragmentadores del sistema, su capacidad de cooptación y violencia y también la inevitable particularidad y diversidad inmediata de los dolores y carencias sociales y la ausencia de redes de información y de comunicación que permitiesen articularlos constructiva y políticamente.  En su favor operan la extensión y profundidad de las carencias, su objetividad e irreversibilidad inocultables en el largo plazo y la internacionalización de las comunicaciones propia de la globalización asimétrica.  Asimismo, la expansión e intensificación de la alienación y conflictividad propios de la lógica del sistema.

    2.-  Los problemas mundiales contienen situaciones límites de exclusión y precariedad, y asea que se liguen con la potenciación unilateral del capital en relación con la fuerza de trabajo, con la discriminación y estereotipización patriarcal y sexista contra la mujer o contra el equilibrio ambiental(47).  Las situaciones límites de agresión y precariedad (violencia) no se ejercen en abstracto, sino contra grupos humanos específicos en situación o no de asumir la violencia que se ejerce contra ellos.  Por definición, un excluído-empobrecido radicalmente ("desechable") carece de poder y de iniciativa políticos.  Es, también por definición, un prójimo, es decir un interlocutor político.  Una sensibilidad mundial ante los problemas se construye mediante la articulación constructiva de estas interlocuciones (48).  Es por ello un proceso más que un programa cuyos referentes son los empobrecidos --a quienes se niega la condición de sujetos-- en el límite.  Los problemas mundiales sólo pueden ser enfrentados desde sus víctimas materiales.  Una víctima --por ejemplo los pequeños agricultores, varones, mujeres, ancianos, niños de Chiapas-- no es alguien insignificante, sino un actor potencial de su liberación y emancipación.  Los sucesos de Chiapas --el alzamiento contra las pequeñas, medianas y grandes situaciones de injusticia, alzamiento que es un rechazo, una denuncia y una crítica desde una racionalidad alternativa-- constituyen una interlocución con sentido universal para las diversas formas de víctimas producidas por las materializaciones actuales y la lógica de la globalización asimétrica.  Las interlocuciones posibles desde las situaciones límite son el referente fundamental de una conceptualización (teoría) e imaginación (utopía) emancipadora y transformadora, su matriz ético-política.
   
    3.-  Una situación límite de victimización --directamente o como interlocución-- potencia un rechazo, una denuncia y una activación contraria a los efectos de esa situación, y en menor medida, hacia su sentido o lógica.  Este es el primer alcance de la expresión "lo alternativo no está 'afuera' del capitalismo, sino que puede ser buscado y realizado como práctica social de liberación en todas partes"(49).  La existencia de problemas mundiales ofrece situaciones límites y victimizaciones por doquiera(50), aunque ellas son percibidas/valoradas mayoritariamente todavía como 'hechos' o 'sucesos' y no como interlocutores.  Transformar estos sucesos en interlocuciones es la tarea central de una sensibilidad alternativa, en Suiza o Haití.  La proyección de los pueblos latinoamericanos, victimizados, en el tránsito entre siglos, aparece ligada a esta capacidad de transformar los hechos en interlocuciones que hablan de una racionalidad humana negada, de la negación entre lo particular vivido (sufrido) y la existencia y prolongación de un género humano, de una Humanidad plural. De una simultaneidad de sufrimientos específicos que deben ser éticamente rechazados y políticamente (institucionalmente) transformados. El papel de las sociedades latinoamericanas, y de los empobrecidos en todo el mundo, en el enfrentamiento de los problemas mundiales5152 y en su resolución descansa en su capacidad para testimoniar radicalmente la ausencia de humanidad, la crisis de civilización, que condensa y expresa la globalización asimétrica. América Latina, sus pueblos, aunque no sus sedicentes élites, posee raíces, memoria y compromiso histórico para estar a la altura de este papel[3] .

            Resumiendo este apartado: el nuevo orden/desorden supone una intensificada concentración de poder fundado en la desagregación social y en la afirmación unilateral de una economía política mundial que privilegia la lógica del capital y el equilibrio (orden/desorden) de los grandes Estados /buenos negocios. Este orden no puede reproducirse sin extender e intensificar el dolor social, la universalización de la victimización, y la deslegitimación humana de su racionalidad y sus instituciones[4]. Ofrece así la agonía de su ostentosa autodestrucción y la posibilidad de reconfigurar una humanidad plural puesta en los límites de su sobrevivencia. La víctima como interlocutor de una esperanza que habría que construir debería ilustrar la transición entre siglos.  La desesperanza que se desprende de Bosnia o Somalia o México o Haití o de la destrucción ambiental, expresan, sin embargo, la radiante faz ciega de una lógica destructiva en la cual no existe lugar para las necesidades de la gente ni para las comunidades y sociedades latinoamericanas.

Escenarios:

      i.        Desde luego, el escenario más probable es el de la extensión de la desesperanza y el de la mediocre contribución de las sociedades latinoamericanas a la autodestructividad mundial disfrazadas de consumo conspicuo sobre la base de la insociabilidad. Países como Chile y México han avanzado ya por este camino, el del ingreso al “primer mundo”, como efecto de las guías establecidas por los organismos internacionales y la convivencia de las élites económicas y políticas nativas. El escenario de la desesperanza está asociado con la fortaleza de los factores que potencian la fragmentación, la insolidaridad y el "todo vale" al interior de procesos que apuntan hacia el crecimiento económico y el lucro sin aumentar el empleo y acentuando la discriminación contra el que ya existe. Políticamente, para las sociedades latinoamericanas este es el escenario de las integraciones sin contenido popular y de la negociación democrática sin legitimidad estatal. Al orden de este escenario se opone el desorden derivado del malestar social, de las memorias históricas y, más inmediatamente, de las migraciones no deseadas, del narcotráfico, de las explosiones sociales y políticas puntuales, cooptables también sólo puntualmente y a través del forzoso mecanismo de la desagregación, es decir de su desvitalización. Sentirse Amo o jaguar, cuando se resbala frenéticamente por el tobogán de la alienación y la victimización, no es sino la imagen patética de sociedades que no han sabido construir ni su nacionalidad ni su humanidad y que ante una crisis material y global de civilización buscan, entre las luces del final, los puestos para una función que ellos creen recién comienza.
    ii.        Ligado al anterior, pero encerrando la posibilidad de una transformación cualitativa, está el escenario de afirmación de la sobrevivencia. A diferencia de la desesperanza, la sobrevivencia contiene un factor de oposición que remite a elementos de la conciencia histórica y social o étnica, formas elementales de rechazo que van más allá de la aceptación bobalicona o inerme o inercial del final de la Historia, un desagrado que puede conducir a la búsqueda de alternativas y al testimonio que transforma. Desde luego, existe una modalidad de sobrevivencia, la oportunista, inmediatamente asociada con el escenario de la desesperanza y penetrada por éste. Se encuentra básica, pero no exclusivamente, en las capas altas tecnocráticas y medias frustradas de la población. Aquí, las formas del rechazo aparecen demasiado próximas al mero malestar como resultado de su labilidad nacional y de la intensidad de su desgarramiento mercantil y autoaislamiento social. Pero está también la sobrevivencia que se expresa como ayuda mutua, por ejemplo, es decir bajo rasgos mercantiles [5], y que podría prolongarse, mudando su carácter, en prácticas alternativas. La posibilidad de materialización de este escenario, cuyos factores existen, depende de la concreción acumulativa de nuevas maneras de hacer política, de una articulación constructiva en profundidad y horizontalidad entre actores sociales emergentes, urbanos y agrarios, de una reconfiguración de los partidos políticos que se proponen como interlocutores orgánicos del malestar social y humano, y de condiciones internacionales favorables bajo la forma de recesiones agudas, crisis de empleo, colapsos financieros, guerra comercial, proteccionismo, evidente deterioro ambiental o el resquebrajamiento interno de instituciones como el Banco Mundial y el FMI. En este escenario se pone en evidencia, críticamente, el bajo techo de la nueva institucionalidad democrática y la hipocresía internacional que la sostiene, la deslegitimación del Estado como aparato burocrático y de buen gobierno nacional y la necesidad de radicalizar el espacio público como ámbito de debate y negociación para aportar y transformar la sociedad por el camino que indica el buen senido de una mayoría diferenciada, plural y articulada en redes de solidaridad, conocimiento y ayuda mutuas. Desde luego, existe un largo trecho que recorrer entre la sobrevivenia que se inclina socialmente hacia la desesperanza y el oportunismo de corto plazo, y la sobrevivencia que puede madurar como resistencia política y ética, como recuperación cultural y como práctica social alternativa. Un largo trecho supone frentes, fases, proposiciones, y una cronología de sucesos fundamentales.
  iii.        El escenario de la sensibilidad utópica  existe siempre incluso en la fragmentación más extrema, aunque su expresión abierta pueda reducirse a grupos pequeños o materializarse como enajenación de la práctica, como espiritualización. En la transición entre siglos, su dominio es el escenario menos probable para las sociedades latinoamericanas, embebidas en su tarea de sacar adelante los ajustes estructurales y sobrevivir en el intento. No hay tiempo ni espacio para sentir -excepto como añoranza o sueño-, analizar, ni imaginar cotidianamente lo alternativo y testimoniarlo como referente político. Desde luego, precisamente por su generalizada ausencia material, es el momento agónico -en el sentido de ser personaje mediante la lucha y el desgarramiento- de la utopía, un momento de prueba decisiva para una espiritualidad de resistencia y transformación[6] Los sectores populares y las institucionalizaciones de sus luchas independientes (redes, frentes, movimientos, partidos) son los actores elementales de esta sensibilidad. Estas institucionalizaciones, incipientes, breves, no podrán existir sin la generación y comunicación de un pensar radical cuyo proceso plural de búsqueda y encuentro (articulación) debe constituir uno de los ejes de la memoria social e histórica, no canon de la sensibilidad utópica. El escenario utópico posee a su favor como experiencia de contraste, obviamente, la estrechez inhumana e idolátrica de las condiciones de la sobrevivencia y la antihumanidad de la desesperanza. En su contra, la inmediatez, fragmentación y tendencia a la saturación que consiguen imponer estas determinaciones. Como la sobrevivencia, sin embargo, puede apoyarse también en las condiciones internacionales, en la variedad de sus crisis, particularmente mediante el fortalecimiento de las redes de solidaridad y acompañamiento mutuo no gubernamentales.

DE LA INSURRECCIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL

Finalicemos con un comentario a una imagen que, bajo ciertas condiciones, ha derivado en estereotipo. Como resultado de colapsos, en especial el de las sociedades del socialismo histórico, de la enormidad y brutalidad de los desafíos (población-medios de vida-naturaleza) y del éxito del capitalismo[7], una forma del imaginario de la liberación latinoamericana abandonó su politicismo histórico -la revolución se hace desde arriba, conquistando el Estado- y adoptó un civilismo extremo -la revolución la harán, desde abajo, los nuevos sujetos sociales[8]. A los procesos mencionados se agregó la aparición, a finales de la década del setenta, de nuevos actores y movimientos, particularmente los ambientalistas y feministas, y, con motivo de la coyuntura del V centenario, de un reconfigurado movimiento de los pueblos profundos de América. A estos grupos podían agregarse actores más tradicionales -pobladores, sindicalistas, cooperativistas, estudiantes, creyentes, etc.- y de diverso tipo (ONGs), para configurar la base de una sociedad civil revolucionaria e incluso socialista [9] El estereotipo, desde luego, funcionaba mediante diversos recortes sociales. Discutiremos algunos de ellos:

a) Un actor social no es idéntico a un sujeto social. Este último es el resultado complejo de un movimiento social (acción que rompe con la racionalidad dominante, particular o globalmente) que puede alcanzar, objetiva y subjetivamente, carácter estratégico. Una lucha de mujeres por organización barrial y medicina preventiva configura un actor social, pero no necesariamente un movimiento social. Dl mismo modo, la reivindicación del género femenino puede condensarse en actores y no en movimientos. Sujeto social, por último, es una categoría de análisis, no una realidad empírica. Y sujeto Histórico expresa una tensión del pensamiento por manifestar un aspecto axial de la realidad, pero no se encarna estrictamente en ningún régimen ni movimiento particular:

b) la categoría “Sociedad civil” debe traducirse como sociedad burguesamente bien ordenada. Hay razones históricas, conceptuales e imaginarias para hacerlo así. La deseada oposición entre sociedad civil y Estado es un efecto del imaginario burgués escinde la existencia social en órdenes íntimo, económico-social o privado, y público o político (estatal-cufltural). El imaginario respondió inicialmente al deseo de hacer prevalecer la propiedad privada y la acumulación ante el poder del gobierno y del Estado. Materialmente, no existe esta sociedad civil, excepto para alguna formulación teórica, es decir ligada a un sistema conceptual de análisis[10]. La sociedad civil es política, así como el Estado expresa y condensa su sociedad civil. Lo diverso de una sociedad civil burguesa son sus excluidos, sus “desechables”. Una política liberadora tiene como referente (interlocución) esta exclusión, no sólo la discriminación o marginación. La emancipación anticapitalista es contra toda exclusión, no contra la discriminación o la explotación. Estas últimas luchas son justas y legítimas, pero carecen de contenido estratégico.

            De lo  dicho, sumariamente, se comprende que del malestar y activación e incluso ebullición de la “sociedad civil” no se sigue necesariamente una transformación alternativa. En primer lugar, porque esos malestar, activación y enardecimiento pueden ser cooptados por el sistema, como ha ocurrido con los movimientos ambientalistas y feminista. Para que esa cooptación no se produzca, estos actores y movimientos tienen que valorar su práctica como una nueva forma de hacer política y de constituir lo público e institucionalizar con su práctica estas nuevas formas. En segundo lugar, porque el malestar de la “sociedad civil” se gesta en espacios y efectos plurales, diversificados: potenciación unilateral de la lógica y efectos plurales, diversificados: potenciación unilateral de la lógica del capital, predominio del capital financiero especulatico, luchas específicas, organización patriarcal de la existencia, deterioro del ambiente natural, V Centenario, idolatría, etc.  Esto supone activaciones y enfrentamientos con caracteres diversos no susceptibles de unificación, aunque se podrían buscar y lograr mecanismos y procedimientos para su articulación. Hacer política popular hoy consiste precisamente en explorar y construir adecuadamente esta articulación. Un problema central para esta construcción es lograr una efectiva jerarquización coyuntural y estratégica de las luchas específicas articuladas. El punto que aquí interesa, sin embargo, es que no existe un escenario como el propuesto por una insurrección civil generalizada, latinoamericana o, más delirantemente, mundial. Las revoluciones, o como se las quiera llamar, serán políticas, tendrán un carácter particular-mundial y utópico y se expresarán mediante una nueva forma, no burguesa, de vivir la política y las cuestiones referidas al poder social. Sin estos rasgos, no podrán plantearse ni alcanzar metas efectivas.


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[1] Como en todos mis trabajos, "popular" no es un mero término, sino una categoría de análisis. Señala la dialéctica existente entre "pueblo social" (sectores que sufren asimetrías) y "pueblo político" (movimiento articulado que se propone la transformación de las condiciones que producen las asimetrías sociales) y, desde ellos, con la totalidad social.

(10) Algunos estilistas nativos de la postmodernidad encuentran en estas situaciones de alienación de vértigo, de naufragio en el instante y de pérdida de esperanza una motivación para el goce y la pasión: " O morir de vértigo o disfrutar de vértigo (...)  El goce de la vida está en la ocupación de intersticios (...)  El goce de la vida está en la liviandad de lazos (...)  El goce de la vida está en la extatización del cambio".  (M. Openhayn: El día después de la muerte de una revolución, p. 42).
(11) El discurso neoliberal la considera "la revolución de la libertad".  (Cf.  B.  Levine (compilador): El desafío neoliberal).
(12) Chile es considerado actualmente el modelo de lo que podrían y deberían ser las sociedades latinoamericanas es esta nueva etapa del capitalismo.  Durante la dictadura de las FF.AA.  y de las grandes empresa, Chile se polarizó de modo que un 70% de su población tenía un ingreso inferior la costo de la canasta de alimentos básicos y un 30% vivía con gran desahogo (Cf. Delano y Traslavina: La herencia de los Chicago Boys, págs. 168-170).  En 1994, y según cifras gubernamentales, más del 32% son pobres en Chile (4 millones y medio de personas, aproximadamente), 5 millones no tienen acceso a sistemas de salud y 80.000 mujeres reciben salarios inferiores a 30 dóles al mes.  Dentro de sus pobres, 1.198.000 son indigentes (La Nación.  "Economía & Negocios", 5.12.1994).  un país rico en petróleo, como Venezuela, termina 1994 con un 52%$ de la población viviendo en la pobreza, según cifras oficiales.  Los analistas no gubernamentales señalan un 80%, un desempleo del 15% y una caída de los salarios del 30%.  Un millón y medio de niños no asiste a la escuela.  Ya indicamos que se espera que el 53% de la población latinoamericana sea pobre en el año 2000.  Toda esta materia convive con puntos, élites y zonas de gran crecimiento económico.  Chile, por ejemplo, muestra un crecimiento sostenido superior al 5% anual.  El otro modelo neoliberal, México, sufrió un dramático colapso financiero y social en el inicio de 1995.  En 1994 habría sido incorporado, mediante presión norteamericana, a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE).
(13) Para hablar de "ámbitos políticos carenciales" se hace necesario atribuir a lo político y a la política valores y funciones.  Entendemos aquí por 'político/política' las estructuras, instituciones, actores y prácticas sociales (subsistema social) que contribuyen a la reproducción y potenciación de producción de comunidad ofreciendo, por ejemplo, una decisión acerca de los objetivos sociales y del carácter de su viabilidad, y organizando y dirigiendo las fuerzas sociales que podrían materializarlos.  Un ámbito político carencial es, por consigueinte, o disfuncional o antimónico respecto de la producción de comunidad.
(14) Un autor insospechable en este punto, S. Huntington, escribe: "Through the IFM and Other international economic institutions, the West promotes its economic interests and imposes on other nations the economic policies it thinks apropiate" ("Por medio del Fondo Monetario Internacional y otras instituciones económicas internacionales, Occidente promueve sus intereses económicos e impone a otros países el orden económico que considera apropiado".  (The Clash of Civilizations", p. 39). Para Huntington, las sociedades latinoamericanas no son "Occidente", sino 'países escindidos' (torn countries).
(15) Los mecanismos de coacción son variados.  Van desde el examen permanente de las economías nativas por parte del FMI y el BM y de los acuerdos forzosos de Programas de Ajuste Estructural, hasta agresiones financieras como la sufrida en Perú en la segunda mitad de la década del ochenta (el gobierno peruano había resulto no destinar más del 10% del monto de sus exportaciones para pagar la deuda externa), la intervención militar directa como en Panamá(1989), la intervención política directa con respaldo militar (Haití, 1994), el congelamiento de fondos (Nicaragua), el bloqueo (Cuba) y las amenazas comerciales (tratados bananeros y expropiaciones de tierras a ciudadanos norteamericanos, Costa Rica, 1994) y la militarización de la lucha contra el narcotráfico (Colombia, Perú).  El único país que ha resistido con éxito hasta la fecha la política de 'ajustes' del FMI es Brasil en razón de su peculiaridad económica y de una activación popular que decidió la salida del presidente Collor de Melo en 1992 y que se manifiesta orgánica y electoralmente mediante el Partido de los Trabajadores.
(16) Este campo de decisiones interno propio puede tender a ser nulo en aquellos países que no han logrado desplegar una burguesía nativa (Costa Rica) o más amplio si la han desarrollado (Brasil).  También será más incierta si el país posee valor estratégico (Brasil) o si él es derivado (Costa Rica).  En todo caso, y en términos geopolíticos, la situación latinoamericana se ubica en los niveles de la dependencia paracolonial y en los espacios más débiles de la dependencia nacional (Cf.  J.C.  Puig: Los Estados Unidos y Europa Occidental: su lugar en la política internacional latinoamericana, p. 331). Este aspecto enfatiza el carácter tecnocrático de la acción política.
(17) La Comisión Especial de Investigaciones, creada por Itamar Franco, señaló que en Brasil el 40% de la inversión oficial se extravia primero en los bolsillos de los funcionarios y se deposita, después, en Islas Caimán, Montevideo o Miami.  Uno de los primeros anuncios del recién electo presidente P.H. Cardoso fue el de detener y castigar este comportamiento delictivo.
(18) 'Neoliberal' designa, sin demasiado coherencia, varias cosas en América Latina.  En primer lugar, el modelo de potenciación unilateral del capital contenida en la globalización financiera y mercantil  en segundo lugar, las prácticas defensivas de los gobiernos latinoamericanos ante esta misma globalización.  En tercer lugar, la principal ideología tecnocrática en la coyuntura.  El llamado "modelo neoliberal" tiene una práctica ya larga en las sociedades latinoamericanas y ha pasado desde el fundamentalismo del shock económico con dictadura (Chile), a ajustes graduales con asistencia focalizada a los más pobres y nueva democracia.  Como ideología mundial, el  neoliberalismo ha perdido fuerza en los países centrales y su deterioro ha incluso obligado al FMI a buscar una ética que sancione sus tesis de mercado total.  Pero este deterioro ideológico no implica que las prácticas dejes de ser las de la potenciación unilateral en el mundo de las diversas formas de capital.
(19) Para el caso centroamericano, por ejemplo, y bajo la influencia del Plan de Paz regional iniciado en 1987, las fuerzas armadas se redujeron de 216.175 efectivos a 103.500 en 1994.  Las cifras comprenden los datos oficiales de los ejércitos de El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Honduras.  Sin embargo, el gasto militar en relación con los recursos destinados a educación y salud sigue siendo abrumador.  En Nicaragua representa un 318% y en Honduras un 102%.  Cabe destacar que Nicaragua redujo su ejército de 909.000 efectivos a 15.000 (CF. Hombres de Maíz: Militares y democracia en Centroamérica, p. 15).  Además de este gasto, los aparatos armados insisten en mantener su autonomía  respecto de los gobiernos civiles y se consolidan como actores económicos que, mediante inversión productiva, 'diversifican y protegen el patrimonio de los militares' (Ibid. p. 17).  El Instituto de Previsión Militar de Honduras es la quinta fuerza económica del país.  Y conglomerados semejantes existen en Nicaragua, Guatemala  y El Salvador.
(20) Así en el Brasil de Collor de Melo el gasto en salud cayó en un 30.7%, en educación 49.3%, y 47.3% en alimentación y nutrición (Cf. P. Facobi: La politización del hombre, p. 109).  Esta caída va acompañada de una privatización de los servicios sociales y de una focalización de la ayuda a los más pobres por medio de programas como Pronasol (México) o Prosol y País (Argentina).
(21) Cf. H. Gallardo: Elementos para una discusión sobre la izquierda política en América Latina.
(22) Que no excluye su sectarismo tradicional. En Costa Rica, en la que la izquierda ha sido débil durante los últimos 45 años y a la que su crisis actual ha conducido prácticamente a la inexistencia, un dirigente proclama todavía, en enero de 1995, con fiereza: "Los troskistas no quieren nada con nosotros y nosotros no queremos nada con ellos"  (La Nación, 23-1-1995).
(23) Brasil tuvo un presidente civil, tras 21 años de dictadura, en 1985; Argentina en 1983; Chile en 1989; Uruguay en 1984.  Estos últimos países iniciaron sus dictaduras de Seguridad Nacional en la década del setenta.  El Salvador eligió una Asamblea Constituyente en 1982 y en 1984 un presidente civil.  Honduras se dio una nueva Constitución en 1982 y eligió un presidente civil el mismo año.  Aristide fue electo por el pueblo haitiano en 1990.  Ecuador había retornado a los gobiernos civiles en 1979.
(24)  Es una fase de estabilización macroeconómica, liberalización y predominio financieros, apertura comercial y privatización a las que se agrega un arreglo de pago de la deuda externa.  Sin embargo, están en agenda exigencias para detener el narcotráfico, impedir las migraciones no deseadas y propiciar la defensa ambiental.  Las dos primeras han sido ya militarizadas. La última aguarda que procesos como el "efecto invernadero" vuelvan a ser noticia de primera plana en EUA.  A estos tópicos, que exigen presencia militar, deben agregarse otros más tradicionales y que no han sido sepultados: las prácticas antisubersivas, incluyendo la Acción Cívica, y los aportes militares técnicos a la modernización.  Es bajo esta óptica --por demás unilateral-- que la lucha armada popular aparece como desfasada o metafísicamente obsoleta.
(25) la Constitución chilena de 1980, actualmente vigente y que pude ser considerada paradigmática, crea la figura del Consejo de Seguridad Nacional, presidido por el Presidente de la República pero bajo control de los Comandantes de las Fuerzas Armadas (4 miembros), que  entre sus funciones tiene la de 'expresar su opinión' al Presidente, Congreso o Tribunal Constitucional ante las situaciones que atenten gravemente contra las bases de la institucionalizadicón del golpe de Estado.  Pintorescamente, la misma Constitución asevera que las FF.AA. y Carabineros son obedientes, no deliberantes y profesionales (Cap. x, art. 90°).  Unas líneas más arriba, sin embargo, las caracteriza como garantía esencial del orden institucional.  En el caso chileno, la Constitución de 1925 permitía actuar contra las instituciones e intentar transformarlas.  Actualmente, imaginar la revolución, o soñarla, lo pone a uno fuera de la ley.
(26) Es posible palpar en toda América Latina una significativa desilusión con la democracia ya que ella no asegura el bienestar económico ni resuelve los problemas sociales.  Y es que trata de democracias sin sociabilidad fundamental y sin una re-legitimación del Estado.  El imaginario aspira entonces al "hombre fuerte" que "pone en el buen orden" a la sociedad. Los referentes estereotipados son aquí A. Pinochet y A. Fujimori.  Pero también usufructúan de este imaginario políticos como C. Menem o, antes de su invalidez casi total, J. Balaguer.
(27) Se trata de un efecto estructural.  En la medida que la política reproduce la lógica del mercado y se expresa como autorregulación social (negociaciones basadas en beneficios mutuos) la participación con ella exige una redistribución generalizada y equitativa de poder.  La potenciación unilateral del capital impide esta redistribución.  Lo democrático busca asentarse, entonces, en una insociabilidad (exclusión, fragmentación, precariedad) fundamentales y en el acentuado proceso de deslegitimación estatal.  Tarea imposible aunque acometible mediante la separación entre  y política (Sociedad Civil y Estado, en el imaginario de moda).
(28) Cf. N. Lechner: Los nuevos perfiles de la política.  Un bosquejo, p.  36.
(29) Cf. H. Gallardo: Notas sobre la situación mundial observada desde América Latina.  Un funcionario de FLACSO, púdicamente, llama a estos procesos de concentración / descomposición "globalización segmentada", es decir desigual y estratificada (F. Rojas Aravena: América Latina.  El difícil camino de la concertación y la integración).  S.  Amin la considera una 'globalización de alta vulnerabilidad' fundada en los monopolios tecnológico, financiero, de acceso a los recursos naturales, de medios de comunicación y de armas de destrucción masiva (El futuro de la polarización global, págs. 120-122).
(30) Representado centralmente pro las negociaciones en el GATT.
(31) Grupo de los Tres o G-3 (Colombia, México, Venezuela, 1990), Mercosur (Argentina, Brasil, 1986; Uruguay, Paraguay, 1991).  Se ha intentado, asimismo, revitalizar, desde 1987, el Pacto Andino (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, 1969) sin mayor éxito.  Desde el acuerdo de Esquipulas II (1987) la región centroamericana ha reactivado su esfuerzos de integración.
(32) Cf. Aline Prambes-Buxeda: La integración subordinada en América Latina, p. 160.  Una integración con sentido latinoamericano, no subordinado, supondría la transformación de su base productiva refiriéndole a la interdependencia de sus contingentes humanos (economía ligada a la producción en comunidad), sin perjuicio de su especialización, el despliegue de capacidad regional para asumir y producir tecnología de punta (ojalá ambientalmente alternativa), y el fortalecimiento del comercio intrarregional.  Así, América Latina sería no sólo más competitiva en el mercado global, sino que señalaría, también, hacia una economía política alternativa indispensable si se desea que la humanidad tenga futuro.
(33) A inicios de la  década del noventa se acuñó, para toda América Latina, un dicho que condensa esta situación: "Los negocios van muy bien y la gente muy mal".
(34) Así, en Costa Rica se elige  sucesivamente, en 1990 y 1994, a los hijos de sus principales figuras históricas modernas, Calderón Guardia y Figueres Ferrer.  En Chile, a un hijo de Frei Montalba.  En Venezuela, a R. Caldera, un patriarca a quien se asocia con un período de precrisis.
(35) La expresión es del ex presidente Bush.  En otro trabajo la hemos traducido como Nuevo Orden Institucional.  S. Amin traduce la realidad  a que hacen referencia estas expresiones como "desorden mundial" (Amin, pp. Cit., p. 119).  El historiador norteamericano P. Kennedy coincide con esta caracterización: "... tras el desvanecimiento de la guerra fría, no nos enfrentamos a un "nuevo orden mundial", sino a un planeta perturbado y fracturado" (Hacia el siglo XXI, p. 447).  En todo caso, este nuevo escenario, fundado en la acentuación de los desequilibrios históricos entre clases, Estados, naciones, etnias, géneros, generaciones, etc., debe entenderse como un orden/desorden
(36) L. Brock: Auflösungoder Ausbreitung? Die Dritte Welt in ihrem fünften Jahrzehnt, citado críticamente por U. Mezel: Tras el fracaso de las grandes teorías..., p. 67.  Debe entenderse que la 'sudificación' de EUA comprende conflictos postindustriales y no preindustriales. Menos obvio es que esta 'sudificación', en realidad el efecto de una crisis de civilización, incorpora el acelerado deterioro político de las sociedades centrales y cada vez mayor insignificancia y vulgaridad de sus líderes.
(37) Escribe un politólogo alemán: "Estos países son demasiado pobres para resultar interesantes como mercado, no tiene ninguna materia prima importante para interesar como proveedores, y después de la cesación del conflicto Este-Oeste tampoco despiertan ya interés desde el punto de vista político o estratégico". (U. Menzel, pp. cit., p. 76).  Incluye en estas zonas al Africa subsahariana, Asia meridional y central y la región andina de Latinoamérica
(38) La referencia inevitable son las economías de industrialización reciente: Singapur, Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur, en Asia Oriental, "tigres" a los que se agregan los "dragones": Thailandia, Malasia e Indonesia.  Dicho sea, de paso, el 'éxito' de los tigres asiáticos, dentro de sus peculiaridades locales, se liga con inversión en educación, elevado ahorro interno, protagonismo estatal (incluyendo autoritarismo), énfasis en la exportación de manufacturas, religiosidad articulada estrechamente con la cotidianidad y efecto de demostración de Japón.  Ninguno de estos países es un gran deudor internacional.  Chile, el autoproclamado "jaguar" latinoamericano, recuperó y superó en 1994 el nivel de deuda que logró renegociar en la década del ochenta: alrededor de 20.000 millones de dólares.  La crisis del peso mexicano a inicios de 1995 tiene como uno de sus factores la ausencia de ahorro interno.
(39) Indica B. Levine: "Vivimos en un mundo de desencanto, es un mundo sin excusas, sin culpa, sin yanquis (...) América Latina es su propio agente de acción, será responsable de sus éxitos y fracasos" (Un manifiesto liberal para América Latina en una era de desencanto, p. 65.  El historiador P. Kennedy, poco sospechoso de neoliberalismo, escribe acerca de "ganadores y perdedores en el mundo en vías de desarrollo" (Hacia el siglo XXI, págs. 250-295).  Obviamente, no habrá crecimiento ni desarrollo para todos.  Para Kennedy, la región latinoamericana está entre los perdedores, excepto que EUA le eche una mano (Ibid., p. 266).  Pero, como consuelo, los países de cultura islámica y el África subsahariana perderán con mayor seguridad y más.
(41) La interpretación de F. Fukuyama de un "final de la Historia", despertó, en EUA, oposición política y conceptual.  La primera, porque implicaba un retrotraimiento geopolítico que debilitaba el complejo industrial-militar.  La segunda, mediante autores que promueven la dimensión militar-guerrera de la civilización occidental o su conflictividad y, consecuentemente, determinan sus problemas y enemigos en relación con guerras eventuales y deseables.  En este trabajo, por ejemplo, hemos hecho referencia a los análisis de la pareja Toffler, de S. Huntington y P. Kennedy quienes, sin mencionarlo, adversan las opiniones de Fukuyama.  Kennedy, por ejemplo, escribe que las comunidades desarrolladas y las empobrecidas no aceptarán la lógica del mercado global si ella funciona en su perjuicio: " En lugar de tendencias económicas y tecnológicas encaminadas hacia esa globalización unidad de actividad, el mundo sin fronteras, podrían provocar enormes brotes de violencia, así como el hacinamiento de decenas de millones de personas sin trabajo en las ciudades del mundo en vías de desarrollo" (op. cit., págs. 428-429).
(42) Este el tema de la crisis de los partidos y de sus ideologías.  Se articula también, para algunos actores progresistas, con el abandono del proceso revolucionario cubano como referente revolucionario o como proceso de admirar, juzgándosele ahora exclusivamente por sus penurias actuales, y con una nueva adhesión dogmática, que se quiere realista, a un solo tipo de forma de lucha popular: la electoral y la búsqueda de consenso.
(43) En la tabla que tengo a mano el país latinoamericano peo ubicado es Haití (N° 29), entre Uganda y Ghana.  El mejor, Chile, entre Checoslovaquia y Hong Kong. Se cuenta desde los de menor desarrollo a los de mayor desarrollo.  El número 130, el mejor, lo ocupa Japón.
(44) Esta expresión no es exclusiva de la lógica del máximo beneficio capitalista. "Maximizar el empleo de los recursos" es enteramente compatible con la sabiduría de un proyecto humano de producción de comunidad y de vida para todos.
(45) Visto desde los núcleos de la dominación no se trata de un solo conjunto de problemas, sino de tres cuestiones distintas.  Su proposición es que el modelo económico no tiene más problemas que las trabas al aire libre flujo financiero y mercantil (populismos, nacionalismos, tribalismos).  Traduce el deterioro ambiental como causado principal, aunque no exclusivamente, por los pueblos atrasados y dentro de ellos, por los pobres.  No percibe como problema el deterioro del ambiente humano.  En todo caso, las respuestas a la cuestión ambiental son técnicas.  En cuanto a la población, se alarma ante su crecimiento desmesurado en las áreas de mayor pobreza, particularmente Africa (su población se triplicará en los primeros 25 años del próximo siglo, alcanzando 1.580 millones de personas), y propone bloquear las migraciones no deseadas desde las periferias a los centros.  El clima de esta última discusión ha sido reseñado por J. Cousteau: "Es necesario que la población mundial se estabilice y para ello, habría que eliminar 350.000 hombres por día.  Es tan horrible que ni siquiera habría que decirlo.  Pero el es el conjunto de la situación en que nos encontramos, que es lamentable," (citado por M. Rogalski: El auge de la factura Norte - Sur, p. 116).
(46) Una subjetividad crítica es social y supone el rechazo de una situación alienante, la crítica a su entendimiento 'normal' y el llamamiento a un movimiento emancipador y su organización (Cf. P. Waterman: Global, civil, solidario, p. 131).
(47) Una situación límite contiene elementos y subjetivos.  Puede encerrar el drama de la supervivencia física o de la exclusión racial o étnica final (genocidio, etnocidio), pero este drama debe ser valorado (asumido) por quienes lo sufren o son interlocutores de este sufrimiento como una situación límite.  La idolatría sistémica, causa de muerte, es una situación límite objetiva para un creyente religioso, pero subjetivamente puede ser asumida por él como un dato existencial, como mero defecto.
(48) La interlocución, como interpenetración, es la forma de la articulación entre teoría y práctica, entre el concepto, los sentimientos, la imaginación y la voluntad.  Ser interlocutor es aprender a oír, a discernirse uno en el otro.
(49) H. Gallardo: Notas sobre la situación mundial observada desde América Latina, págs. 22-23. La referencia sigue: "La alternativa no sólo no está 'más allá' del capitalismo en el espacio, sino que no es tampoco un 'después' del capitalismo".  Como referente estratégico, esto quiere decir que no hay solución para las victimizaciones que condensan la globalización asimétrica o el 'modelo neoliberal', pero que es posible imaginar aquí y ahora una globalización constructiva y realizar acciones que transformen las condiciones de sobrevivencia o muerte (existencia) en condiciones de vida.
(50) La lógica del capitalismo actual se reproduce mediante situaciones y estructuras de enajenación (contra la fuerza de trabajo), exclusión y precariedad (contra la fuerza de trabajo, contra la Naturaleza), de destrucción, derroche y rebajamiento (de los bienes que produce y del hábitat), patriarcales (contra las mujeres y lo femenino), adultocéntricas (contra los jóvenes y lo juvenil), idolátricas, racistas, etnocéntricas.  Lo alternativo existe en cada una de estas situaciones, plurales y particularizadas, como interlocución, como articulación de dolores sociales y como acción social, política y ética transformadora.
51 Que afectan a todos y ponene en cuestión la existencia de la Humanidad.
52 Cf. H. Gallardo: Fenomenología del mestizo, págs. 93-105.

[4] .De aquí el auge de las ONGs, primeramente destinadas, en América Latina, a capacitar para el desarrollo, después a resguardar los derechos humanos contra los regímenes de Seguridad Nacional, y hoy, mayoritariamente, oreintadas a “apagar inendios” para que el sistema sobreviva o burocratizadas y mirando temerosamente por su propia sobrevivencia.
[5] . La reciprocidad o ayuda mutua, frecuentemente entre pequeños productores agrícolas, pueblos profundos, pequeños comerciantes, ambulantes, redes familiares, etc. puede manifestrse bajo su foma mercantil (te ayudo hoy para que tú me ayudes mañana), o bajo una forma comunitria, te ayudo porque es bueno para la comunidad y para mí; nos hace crecer. En este último caso, la ayuda específica es gratuita, aunque reporte beneficio. Estas formas de reciprocidad no son mutuamente excluyentes.
[6] . Cf. H. Gallardo: Fenomenología del mestizo. Todo el libro está dedicado a esta discusión.
[7] . Exito que va acompañado de una enérgica evidenciación de sus conflictos: crecimiento sin empleo, predominio del capital espeulativo, abierto fracaso de las organizaciones internacionales (ONU, BM, FMI, etc.) ética del Amo, destrucción ambiental. De esta evidenciación, el discurso liberador que comentamos extrae la cercana oportunidad de una transformación por el colapso de las institucidones de la dominación y la movilización de “los de abajo” (Cf.X. Gorostiaga: Entre la crisis de la revolución neoliberal y la emergencia de la globalización desde abajo). Pero se trata de un sueño. Las instituciones de la dominación no se aproximan al colapso, pese a su fracaso, y son recambiables, y una activación de “los de abajo” exige una sensibilidad y un trabajo político, no es el resultado de cabildeo ni de la inercia.
[8] . Para esta transición influyó, asimismo, la activación popular centroamericana y el éxito de la insurrección de todo el pueblo de Nicaragua (1979).
[9] . Véase L. Vitale: Ideas para un debate sobre movimientos sociales.
[10] . Por ejemplo, el esfuerzo de A. Gramsci.


[i] ) Como en todos mis trabajos, ªpopularª no es un mero término, sino una categoría de análisis. Señala la dialéctica existente entre ªpueblo socialª (sectores que sufren asimetrías) y ªpueblo políticoª (movimiento articuladof que se propone la trnaformación de las condicifones que producen las asimetrías sociales y, desde ellos, con la totalidad social.
[ii] . En el inicio del auge del discurso neoliberal se precisaba: los pueblos y las sociedades tienen la salud y la educación que puedan pagar. Se trataba de una versión socializada del apotegma: todo desayuno tiene su precio. En 1994, el matrimonio Toffler anuncia la inevitable consecuencia de este teorema: la rebelión de los ricos que se niegan a pagar los desperdicios, ineficiencias, irresponsabilidades y cuentas de los pobres (Las guerras del futuro, p.299 y siguientes). Para América Latina, se ejemplifica con Brasil: El Sur crea el 76 por ciento del producto interior bruto del país y su representación práctica en el Estado es inferior a la del Norte y a la del Nordeste cuya aportación económica, medida en estos términos, alcanza sólo el 18 por ciento. El Sur afirma además que subvenciona al Norte (...) los meridionales ya no bromean cuando dicen que Brasil sería rico simplemente con tal que acabase al Norte de Río (op.cit.,p.302).
[iii] .Tecnologías-mercancías (informática, robotización, nuevos conductores, reemplazos energéticos, ingeniería genética, biotecnología) monopolizadas por las economías y Estados centrales.
[iv] .”Reactiva” hace referencia al hecho de que las sociedad y economías latinoamericanas no tienen contro significativo sobre el mercado mundial y, por ello, no pueden afectar su carácter.
[v] . Las sociedades latinoamericanas son las que peor distribuyen su riqueza social. La relación entra la captación de ingreso entre el 20% más pudiente y el 20% m´s empobrecido es, como promedio, de 18.61. Sus puntos más altos son Brasil, con 26.08 y Perú con 32.11. Los países  asiáticos tienen una razón promedio de 7.27 y los países  centrales de 6.14. Estados Unidos de Norteamérica, que es entre estos último, la sociedad que peor distribuye su ingreso, alcanza una razón de 8.91, muy por debajo de Argentina (11.43), Chile (14.38), México (19.90) o Venezuela (18.00) (Cf. Larraín y Vergara: Investment and Macroeconomic Adjustement. The case of East Asia).
No se trata, por consiguiente, sólo de un problema de pobreza (se espera que  el 53% de la población latinoamericana  sea pobre en el año 2000), sino de la coexistencia de polos de opulencia y miseria. Cuando se habla de la década del noventa no debe olvidarse, tampoco, que el período inmediatamente anterior fue caracterizado por la CEPAL como una década “perdida” y de “doloroso aprendizaje” que acenuó los desequilibrios históricos de las sociedades latinoamericanas.
[vi] . En Chile, el estrato inferior de los obreros y empleados, un 46% del total de ocupados, se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Otro segmento amenazado es el de jóvenes y mujeres entantes/re-entrantes cíclicos al mercado de trabajo. El mercado funciona aquí como un mecanismo reproductor de la poblreza y de la desigualdad social (Cf. Leiva y Agacino: Mercado de trabajo flexible, pobreza y desintegración social en Chile, p.2). Sin embargo, el ‘éxito’ actual del modelo chileno actual, descansa, más que en la exclusión, en la precariedad del empleo y en la fragmentación social. Entre 1972 y 1992 el empleo público se redujo en 6%, el sector informas creció 2.2% y los trabajadores asalariados (0.4% de la población económicamente activa) se encuentran fundamentalmente en la pequeña empresa, con baja productividad y salarios deprimidos.
[vii] . Se trata fundamentalmente de fuerza de trabajo urbana que, en América Central, fue bautizada como “economía del rebusque” (Cf. Portes, Cartaya y otros: La economía del rebusque). El discurso neoliberal entiende la ‘economía informal’ como actividad extralegal pero lícita que pone de manifiesto la necesidad de flexibilizar el mercado de trabajo y de impedir la intervención del Estado en el campo económico. Su exposición informal (Caracas, 1996). J.L. Coraggio distingue además las interpretaciones empresarial-modernizante propia de las ONGs, con sus variantes individualista (microempresa) y asociacionista (cooperativas) y ‘solidarista’, de inspiración cristiana (Cf. Del sector informal a la economía popular, p. 124).
[viii]. Todo vale igual si uno se siente bien. Cada quien debe gozar de su precariedad o de su provisoriedad.
[ix] . Cf. para la experiencia peruana, L. Pásara: Ambivalencia en los nuevos actores sociales. La experiencia peruana. También, del mismo autor: La otra cara de la Luna. Nuevos actores sociales en el Perú.