AMÉRICA LATINA EN
Helio
Gallardo, DEI
Nosotros no
respondemos a los procesos; respondemos a los acontecimientos. Para que
prestemos atención debe haber una erupción, un terremoto, un misterioso vómito
gaseoso de un lago envenenado en el Camerún o el colapso de una masa helada.
Una vez leía acerca de un maestro que ilustraba este punto con una
rana.
Primero,
arrojó la rana en un cazo con agua caliente. La rana saltó y salió fuera.
Luego, el maestro colocó la rana en un cazo con agua fría y encendió un
quemador Bunsen. La rana siguió nadando tranquila hasta que murió hervida.
Cualquiera
observación sobre América Latina debe entenderse como tendencias en un sistema
o subsistema captados con un alto grado de abstracción. Ni histórica ni
socialmente existe una América Latina y las conflictividades que ofrecen sus
particularizaciones, regionalidades y procesos no pueden ser resueltos
extensamente mediante su narración ni cómodamente a través de una conceptuación
que, por abstractamente generalizante, resulta falsa.
Hecha
esta indicación, señalaremos las tendencias que dominan la década del noventa
en América Latina, ilustraremos estas tendencias con referencia históricas, y
apuntaremos, desde un punto de vista popular[1][i], los núcleos de problemas
que ellas configuran.
SOCIEDAD Y SENSIBILIDAD SOCIAL
1)
Las sociedades latinoamericanas culminarán, en la década del noventa, su
transición desde sociedades constituidas por el
ámbito político-jurídico-cultural o conglomerados constituidos por el
ámbito económico-social.
Desde
el punto de vista de la literatura
política corriente, el anterior desplazamiento del eje constitutivo de
las sociedades latinoamericanas equivale a la transición desde el modelo de
sustitución de importaciones, con fuerte presencia estatal, al modelo de
economías privatizadas de exportación con sobredeterminación mercantil. Por
decirlo con una imagen, después de la Segunda Guerra Mundial las sociedades
latinoamericanas aspiraron a un desarrollo entendido como modernización y
mejoría en la calidad integral de la existencia. La sensibilidad social en la
base de esta aspiración fue el desarrollismo y su particularizada oferta de que
todos llegarían a ser sujetos de derecho (ciudadanos). Desde inicios de la
década del ochenta, las sociedades latinoamericanas empiezan a
regirse por un imaginario de producir con eficiencia/consumir con
opulencia, funciones ambas de un mercado
mundial que es el referente de todo derecho. en la década del noventa
culminará, para los latinoamericanos, esta transición según la cual fuera del
marco de la producción eficiente y del consumo opulento o conspicuo se carece
de derechos[ii] o ellos pueden ser mediatizados.
1.1-
Es posible ilustrar la transición anterior con la transformación que ha sufrido
la imagen sociológica del "pobre" desde la década del sesenta hasta hoy. Para la mayor parte
de la sociología oficial del desarrollismo, el pobre era caracterizado como
“marginal”. Un marginal era alguien -o un sector social- ubicado en el borde
externo de un proceso constante de desarrollo que se movía desde las ciudades
haia el campo o desde el centro de la ciudad hacia su periferia. De este modo,
el marginal resultaba una figura que inevitablemente sería incorporado a la
modernización entendida económicamente como industrialización. En la segunda
mitad de la década del ochenta, el pobre empieza a ser representado como
“excluido”, imagen que se incorpora a la sociología oficial en la década del
noventa. El excluido es función de una economía y una sociedad que expulsa
sistemáticamente a sectores de la población que no logran ni producir con
eficiencia ni consumir con opulencia en los términos que demanda la lógica del
mercado mundial. El marginal era una representación propia de una sensibilidad
-sin duda ideológica- centrípeta cuyo núcleo movilizador era el Estado. El
excluido corresponde a un imaginario centrífugo cuyo referente es un mercado
mundial potenciado por las tecnologías de punta[iii] y activado por las
preferencias de los consumidores en las economías centrales y sus
prolongaciones de los estratos transnacionales aunque provisoriamente
integrados de las economías y sociedades de la periferia.
1.1.1
El habla colombiana califica, en el límite, al excluido como “desechable”.
Designa con esta expresión al ser humano -persona, contingente- que debe
ser asesinado para que puedan existir el
orden, la pulcritud, el bien y la civilización. La configuración sistemática de
cada vez más “desechables”, con el desafío ético y político que ello implica,
es un factor contenido en la competitividad mercantil proyectada como absoluto
y en la eficiencia desligada imaginariamente de todo carácter social. En el
límite, también, el “desechable” alcanza su significación más ominosa cuando
las víctimas latinoamericanas de una modernización que no controlan asumen su
falta de éxito como ‘culpa’. Hablamos aquí de una internalización de la
agresión y de la inhumanidad como responsabilidad individual y excluyente. Para
una perspectiva popular, se trata de la destrucción de la esperanza, de
una sensibilidad de la desesperanza con sus alcances políticos y éticos.
1.2
Desde el punto de vista de la configuración social, la transición desde un
modelo de crecimiento determinado por una incorporación reactiva[iv] al mercado mundial acentúa,
en el corto y mediano plazo, la polarización social que históricamente han
desplegado las sociedades latinoamericanas[v] y le confiere un nuevo
carácter. Esquemáticamente, se dibujan tres sectores sociales. Una minoría
transnacionalmente integrada y con alta imagen como productora de desarrollo,
un creciente sector nacionalmente excluido o de alta inestabilidad y, entre
estos polos, los sectores medios determinados por el multiempleo y el
endeudamiento que no evitan la frustración de no poder acceder al consumo
conspicuo del polo transnacionalizado ni el temor de caer en el polo de la
pobreza o de la exclusión[vi]. Aquí, ni siquiera el
éxito económico, siempre puntual, garantiza la integración social. En los tres
sectores se expresa el trabajo informal, caracterizado como ‘cuentapropismo’,
es decir una actividad o empresarial o de sobrevivencia que, en el marco de la
actividad económica global, no se rige por las formas legales de contratación
ni por la legislación laboral[vii]. Es en este cuadro que
se manifiestan las sensibilidades dominantes propias de la nueva organización
social. Destaquemos las más evidentes:
a)
el
individualismo ligado a fenómenos diversos: la fragmentación mercantil, las
exigencias de competitividad y de triunfo en un marco estrecho y hostil; el
éxito se entiende como una práctica contra los otros o usando a los otros, no
con los otros y par todos, asociado a este individualismo se presentan
fenómenos de insolidaridad y de apatía tanto por el funcionamiento social como
por su reproducción; estos fenómenos pueden articularse con ideologías
particulares como las versiones individualizantes del postmodernismo[viii] y el auge de los
sectarismos y ensimismamientos religiosos;
b)
el consumismo
valorado y asumido como el aspecto gozoso de la nueva modernización: se
vale por lo que se es capaz de mostrar: el automóvil, la camiseta o ropa
de marca, la presencia en lugares exclusivos, etc. Esta sensibilidad se deriva
también de la circulación/saturación de los valores mercantiles potenciados por
los medios de masas y genera, todavía más que el individualismo, con el que se
complementa, frustración entre los sectores medios y resentimiento entre los
grupos excluidos. Para amplios sectores -nacionalmente excluidos y capas medias
bajas-, la modernización de sus economías se presenta como proliferación de
despachos que venden mercancías (automóvil, ropa) de segunda mano e importada
de las sociedades centrales o artículos dañados y reconstruidos; así como el
individualismo es un signo de descomposición social por su referencia a
identidades falsas y a la insolidaridad, el consumismo lo es en cuanto remite a
la frustración, la ansiedad y el vaciamiento espiritual y cultural;
c) la sobrevivencia; esta
sensibilidad es internalizada no sólo por los sectores empobrecidos, sino por
la sociedad global. Ningún sector ni función económica tiene asegurada, en el
nuevo modelo, su continuidad. Los sectores transnacionalizarse asumiendo una
nueva identidad. Los sectores medios recurren, como hemos señalado, al multiempleo y al endeudamiento
para sostener su capacidad de consumo, especialmente en salud y educación,
sectores ambos privatizados y de alto costo. La sobrevivencia de los más
débiles incluye su existencia biológica puesta en cuestión cada día. La
radicalidad de la sensibilidad de sobrevivencia transforma los antiguos
valores: la antigua solidaridad, por ejemplo, puede practicarse como ayuda
mutua, es decir con un contenido mercantil, ‘te ayudo para que me ayudes’ y
encapsulada, y no en el sentido de una generosa producción más amplia de
comunidad [ix]. Pese a su
generalización, la sobrevivencia contribuye, de esta forma, tanto a la
fragmentación de las relaciones sociales como a propiciar entre los sectores
más castigados por las tendencias del modelo el clientelismo y el asistencialismo,
es decir su reactividad y adaptación a las condiciones en curso;
d) La precariedad;
ligada a la intensificación del ritmo de cambios cuya dinámica y carácter no se controla, al estrechamiento del tiempo
en un presente de sobrevivencia, a la extensión y nuevas formas de la pobreza,
empleo y subempleo, el deterioro de lo político, extienden y particularizan
sensibilidades de provisoriedad
(exterioridad, interinidad) y precariedad (inestabilidad que intensifican la
fragmentación y pérdida de un referente de totalidad y de un horizonte de
esperanza y tornan a la alienación en experiencia inmediata y cotidiana sentida
como vacío y malestar que buscan ser cubiertos por los espacios públicos y
mercantiles de los espectáculos de masas (televisión, conciertos, deportes,
consumo, supermercados, shows religiosos). En este se multiplican las 'apariciones
maravillosas' (vírgenes, extraterrestres) y todo tipo de supercherías
abiertamente mágicas o con una referencia pseudo científica (astrología,
lectores del zodíaco, v.gr) que ponen de manifiesto, en le mismo
movimiento, la constancia y fuerza de la alienación y el malestar, difuso pero
generalizado, que ella excita; a diferencia de la sensibilidad de
sobrevivencia, la provisoriedad y precariedad operan básicamente como
depresores sociales, como un saberse ante un siempre-más-de-lo-mismo odioso
pero al que hay que adaptarse (10);
e) El tecnocratismo;
se trata de una acentuación de la focalización en las operaciones y
procedimientos y sus logros pragmáticos desligados de sus fines y de su
relación con procesos y totalidades. Es
una sensiblidad inherente a la modernidad --y ha sido desplegada con fuerza,
por tanto, desde la década del cincuenta-- que puede expresarse ahora bajo las
determinaciones del 'hundimiento del socialismo', la 'inexistencia de
alternativas', el 'final de la
Historia' y el 'todo vale'.
En el plano político se impone bajo la forma del realismo de la
dominación, es decir como negación de la utopía y destrucción de la
esperanza; socialmente, y visto desde los sectores más carenciales, puede
manifestarse como exasperación, explosividad social y vandalismo;
f) El ensimismamiento;
la transición que experimentan las sociedades latinoamericanas supone su
reconfiguración total dentro del marco del capitalismo dependiente. Como hemos indicado antes, una
resconstitución del conjunto de la sociedad contiene desafíos para las
identidades individuales y grupales. Al
mismo tiempo, la transición es inducida, es decir que no puede ser controlada
mediante fuerzas internas o nacionales, de modo que su carácter se presenta al
imaginario social mayoritario como algo exterior. Una transformación acelerada (11) a la que se valora como exterior y
hostil --en algunos países fue gestado mediante el terror de Estado-- y que
declaradamente carece de alternativa, supone desafíos radicales para las
identidades ideológicas e históricas en todos los planos (personal, familia,
corporativo, ciudadano, étnico, religioso, etc.). Una de las respuestas posibles, en el marco
de la sobrevivencia - insolidaridad propuestas por el sistema, es el
ensimismamiento (volverse sobre sí mismo) individual o grupal. En sociedades de exclusión, donde todo vale,
es posible readquirir identidad mediante la sobreafirmación de la singularidad
(postomodernidad subjetivizante) o la adscripción a grupos particularizados y
fragmentados que rompen con la historia (sectas religiosas fundamentalistas, v.gr)mediante
su descomposición o espiritualización.
Este fenómeno de ensimismamiento no es incompatible con el abandono
inercial a las instituciones del sistema (el mundo presentado por la
televisión, por ejemplo). En todos los
casos se trata de una readquisición imaginaria de una identidad que no es
puesta en relación con la totalidad de los procesos sociales y con la lógica
que los anima, sin con algún aspecto de ellos, normalmente epidérmico.
Sinteticemos estos apartados: durante la
décadas del noventa las sociedades latinoamericanas culminarán, con ritmos
diversos y particularidades propias, su transición hacia una nueva fase de su
modernización que, en su fundamento, acentúa la desagregación y fragmentación
de sus instancias económicas y sociales y genera una sensibilidad dominante y
de dominación que podríamos caracterizar como una antiespiritualidad. La acentuación de la pobreza y de la
polarización social(12) derivadas de una
inserción inducida y forzosa en el mercado mundial no contiene, por sí misma,
prácticas de oposición la sistema o de transformación de sus instituciones.
POLITICA Y SENSIBILIDAD SOCIAL
1.- Economías y sociedades como las latinoamericanas que acentúan su
reactividad y desagregación configuran o refuerzan, en el mismo movimiento, ámbitos
políticos carenciales(13). Esta carencialidad se manifiesta en la década
del noventa por medio de signos variados:
a)
la consolidación de la transnacionalización de las decisiones
políticas anunciada con claridad en 1982 al estallar la primera crisis de
la deuda externa. Esta
transnacionalización posee dos niveles.
En un plano básico, geopolítico y económico, las decisiones que se toman
en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario
Internacional o el Banco Mundial son presentadas --e impuestas o aceptadas--
como deseos de la comunidad mundial, siendo en realidad decisiones que
interesan a Estados Unidos de Norteamérica y otros países centrales o a sus
alianzas(14).
En un nivel más restrictivo, la transnacionalización se operacionaliza
mediante la presión, el chantaje y la agresión de los organismos financieros
inmediata (AID) o medianamente controlados pro el gobierno de Estados Unidos o
directamente por este gobierno(15). El campo de decisión propio para los
gobiernos latinoamericanos se estrecha y puede quedar reducido a la realización
y sanción administrativa de los pronunciamientos transnacionalizados fundados
en la lógica y dinámica de la acumulación mundial(16)
b)
reforzada por la tendencia a la transnacionalización de las decisiones
se acentúa la corrupción del ámbito político latinoamericano. Esto debe entenderse como su tendencia a
configurarse como un espacio autónomo de intercambio de privilegios derivados
de posiciones de poder entre los actores políticos que dejan de ser
interlocutores del conjunto de una sociedad 'bien ordenada' (sociedad civil) y
pasan a ser interlocutores para sí mismo.
Es en esta materia de corrupción política que se expresa el afán
delicuencial individual de los políticos (Collor de Melo, C. A. Pérez) o de los
partidos (PRI mexicano, por ejemplo) o del aparato burocrático del Estado(17) y también el desgaste de todas las
ideologías de postguerra, no sólo del marxismo, como fenómenos explícitamente
negativos, pero también procesos ideológicamente asumidos como puramente
positivos, básicamente el despliegue de la pacificación de América Central o la
constitución de regímenes democráticos en todo el subcontinente con la
excepción de Cuba;
c)
teniendo como base y potenciando al mismo tiempo el estrechamiento del
ámbito político y su corrupción se pone e manifiesto una sensibilización de
desencanto, en el sentido de desilusión cínica, respecto de liderazgos,
ideologías e instituciones políticas, desencanto que no es ajeno a la
fragmentación derivada del predominio mercantil, a la derechización
generalizada del ámbito político y a la ausencia de propuestas alternativas al
modelo conocido como neoliberal(18). Paralelamente, se refuerzan los discursos
antiestatistas bajo la forma de la oposición maniquea Mercado/Estado o Sociedad
Civil/Estado. El decaimiento del Estado
en y para el imaginario social es considerablemente mayor que su debilitamiento
efectivo. Los gastos militares, por
ejemplo, no diminuyen, y los aparatos armados pueden decrecer en su tamaño
absoluto pero no en su peso en el cuerpo político y en su influencia decisiva para el conjunto
de la sociedad(19). El aparato del Estado se transforma como
función de las exigencias de la nueva fase de modernización que incluye que la
lógica de la eficiencia del subsistema económico se apodere del subsistema
político. De aquí que el gasto estatal
en educación, salud, vivienda, inversión pública, se recorte(20) extranjera y que se acentúe el
carácter regresivo de los impuestos, y se fortalezcan y modernicen los aparatos
judiciales, policiales y militares fundamentalmente represivos;
d)
la tendencia al abandono de las funciones hegemónicas del Estado y de la
política (decidir las metas y conducir los procesos sociales), desplazadas al
juego del mercado, la manipulación, la demagogía, y el verticalismo
tecnocrático, se compensa con el papel cada vez más importante en la generación
de sensibilidad social de los medios de masas. No se trata de la monopólica transmisión de
contenidos y valoraciones, sino de un "estilo de existencia", frívolo
y epidérmico, fragmentario, puesto en evidencia en particular por la televisión
y los medios escritos que educan para el nuevo modelo (individualismo,
consumismo) en el mismo movimiento que "encantan" y desmovilizan con
sus telenovelas, programas deportivos, concursos, sensacionalismos y programaciones
interactivas que desplazan, bajo la forma del espectáculo y la sucesión
vertiginosa de imágenes, las formas efectivas de la participación social. Un
papel menor, todavía, juegan aquí las diversas iglesias espiritualizadas que
más que activarse en relación con el modelo lo apoyan inercialmente, incluso
mediante su crítica, corroborando identidades deshistorizadas y promoviendo o
la resignación (catolicismo tradicional) o la condena de la historia (sectas
fundamentalistas).
e)
el antiestatismo retórico y práctico del fundamentalismo
económico neoliberal y su resonancia expresan tanto la conflictividad inherente
a la potenciación unilateral de la lógica del capital en la sociedad civil
(absolutización y paradigmatización del mercado) como un extrañamiento del
ciudadano respecto del Estado como ámbito de la sociedad en que se resuelve el
Bien Común, la protección y el sentido de la identidad ciudadana y nacional
(materialización en una buena administración política, no meramente técnica) y
como espacio político en el que se articulan para enfrentarse o negociar las
fuerzas (partidos, movimientos) que buscan contribuir a la definición de
proyectos y metas sociales y que aspiran a dirigir los procesos para
materializar esos proyectos y alcanzar esas metas. De esta manera la sensibilidad neoliberal
fundamentalista antiestatista, expresada como "reducción del aparato del
Estado", desrreglamentación y privatización, logra inscribirse en un
proceso más amplio de debilitamiento del Estados (s) latinoamericano, presionado
por la globalización inducida, la lógica del sistema mercantil en su fase
actual y enfrentada a economías reactivas y deudoras, la apetencia o temor de
los antiguos y nuevos grupos nativos de presión, la apetencia o temor de los
antiguos y nuevos grupos nativos de presión, y la pérdida de cohesión cultural
derivada tanto del modelo económico cono de la globalización (homogenización)
cultural impuesta sin crítica por los medios masivos y las
mercancías-tecnológicas y asumida y potenciada por muchos trabajadores
intelectuales. La "crisis del
Estado" es, en realidad, la crisis global de sociedades que no han
perdido enteramente la esperanza en un 'buen gobierno' y en los mecanismos que
facilitan la negociación y el consenso
(democratización de la institucionalidad política), peor que acentúan su
ausencia de sociabilidad fundamental y no encuentran mecanismos efectivos de
legitimación de sus Estados ni una adecuada caracterización del ámbito público
de sus sociedades; obviamente, y excepto par ale imaginario burgués, una crisis
política es siempre una crisis social;
f)
dentro del desgaste y corrupción de los espacios y prácticas políticas
se expresa significativamente el deterioro de la izquierda histórica
latinoamericana golpeada por la relación existente entre la precariedad de
su propio despliegue(21)., el
colapso de las sociedades del socialismo histórico en Europa del Este y la URSS , y la concentración de
poder social e ideológico alcanzado y movilizado por la globalización y su
tenaz proposición de una 'sociedad sin alternativa'. Una izquierda conceptual y orgánicamente
náufraga no está en condiciones de discernir las alteraciones cualitativas que
el nuevo modelo introduce en las relaciones sociales e interpreta su propia
crisis --o sea su ausencia de resonancia-- como un efecto coyuntural y como una
mera fragilidad ideológica momentánea de la que se saldrá inercialmente debido
a la inherente "injusticia social" del sistema. La crisis de la izquierda histórica es en
gran medida una crisis de protagonismo que explica, en los diversos
países, su patética nostalgia, la renovación sin concepto ni ideología, la
intensificación de su oportunismo, o el voluntarismo, pero, en todos los casos,
su fragmentación(22) apenas erosionada por
su rehabilitación electoral praical en Uruguay y Argentina y por la existencia
del Partido de los Trabajadores en Brasil.
Ilustran la debilidad de esta izquierda errática y frágil su aspiración
a hacer de la rebelión de Chiapas (1994) un modelo o de entender la crisis
financiera, económica y social de México (1995) como la prueba del colapso de
la experiencia neoliberal en el subcontinente, sin analizar sus
particularidades sociales, es decir sin interlocución histórico-social
popular. Con una inserción histórica
abstracta, la izquierda histórica no puede asumir el nuevo carácter de hacer
política y de lo político ni mucho menos ligarse original y constructivamente
con los nuevos actores y movimientos sociales que hoy son un factor elemental
--por su vigor y pluralidad-- de su transformación y efectividad.
2.- Provocando diversos tipos y
niveles de conflicto con las tendencias a la desagregación, desencanto,
fragmentación y anomia descritas más arriba, la década del noventa ha
significado para las sociedades latinoamericanas una revitalización de sus
procesos de democratización. La
matriz estructural de los conflictos es la tendencia a la exclusión y precariedad
propios de la economía política del período, determinada por el carácter de la
acumulación mundial, y el llamado de la participación que supone aun la
más tímida apelación al régimen democrático.
Los procesos de democratización mostraron sus primeras
institucionalizaciones durante la década del ochenta(23) y aunque ellos poseen condiciones
internas variadas (la guerra de Las Malvinas, en el caso argentino, la
ingobernabilidad en el caso haitiano, la presencia sandinista en los casos
centroamericanos, la unidad de la oposición en el caso chileno, etc.), su
referente geopolítico comprende dos determinaciones que no han perdido
vigencia: 1) un régimen civil, encabezado por un partido con capacidad de
convocatoria y amparado por un Estado de derecho, impide internamente la
constitución de un frente único opositor
que puede ser lidereado por organizaciones revolucionarias armadas puntual y
regionalmente desestabilizadoras; 2) un régimen civil es menor vulnerable a la
crítica acerca de la violación de los derechos humanos en el interior de
Estados Unidos. Ambas conclusiones
alentaron la política de la administración Reagan hacia América Central durante
la década del ochenta y se siguieron del análisis de la insurrección popular
nicaragüense de 1979. Sobre estas
determinaciones operó, en el final de la década, el derrumbe de los regímenes
comunistas esteeuropeos y la autodisolución de la URSS en 1991. Desaparecida la "amenaza
comunista", las FF.AA. latinoamericanas deberían reorientar su rol
político. Geopolíticamente, no existe en
la actualidad un clima favorable a los golpes militares en el
subcontinente. Tampoco le son favorables
las necesidades, en esta fase, de una economía política globalizada(24).
Los procesos de democratización presentes en la década del noventa no
constituyen de modo alguno formas de 'retorno a la democracia' vigente, aunque
fuese retóricamente, antes de la era de los regímenes y de la sensibilidad de
Seguridad Nacional en las que tanto la economía como la política y la cultura
son determinadas como función de una sociedad capitalista bien ordenada,
es decir una en la que la potenciación unilateral del capital, de sus
instituciones y personificaciones no puede ser cuestionada(25).
Se conforman democracias a las que se quiere restrictivas y
autorrestringidas en cuanto institucionalidad que debe someterse al sistema
autorregulado del mercado. Propuestas
así, las nuevas democracias poseen, para la dominación un valor ambiguo: son
valoradas en relación con la oposición dictadura/democracia propia de un pasado
reciente y también en cuanto institucionalidad política de un régimen
democrático cuyo eje o núcleo fundamental es le mercado. En la misma
perspectiva de la dominación las nuevas democracias son desvaloradas, en
cambio, por cuanto implican interlocución con necesidades sociales populares y
participación social independiente del Estado y del Gobierno. En esta segunda vertiente, la sensibilidad
dominante, incluyendo su ciencia social, vincula 'democracia' con
'ingobernabilidad' y, obviamente, con un eventual retorno de las dictaduras
(cívico-militares o militares)(26). la ingobernabilidad es la forma académica que
asume el chantaje práctico: no existe alternativa a la democracia capitalista
dependiente y restrictiva, excepto que se desee retornar a la dictadura. La dictadura misma puede aparecer ahora como
liberadora y democrática en cuanto introduce el 'orden bueno' y libera la
fuerza del capital en el mercado. La
administración electoral, en la que se ha introducido generalizadamente la
segunda ronda, bloquea también las aspiraciones de triunfo en las urnas de
opciones transformadoras. Las democratizaciones
se concentran, entonces, en el espectáculo electoral de muy alto costo, en el
apoyo a un Estado de derecho restrictivo y sobrevigilado por los aparatos
armados, en la manipulación de la opinión pública y en el desgaste de las
ideologías y de los partidos --y de sus alianzas de rango amplio-- convertidos
cada vez más en eficaces interlocutores y en negociadores cupulares en desmedro
de su interlocución social y política.
Las democratizaciones contribuyen así al deterioro básico de las prácticas
políticas(27).
2.1.- Por frágiles que sean, sin
embargo, las situaciones y procesos de democratización que viven las sociedades
latinoamericanas, ellos abren espacios de movilización, organización y
expresión hasta hace poco confiscados o prohibidos. Pueden así levantarse socialmente
expectativas y promoverse formas elementales o avanzadas de participación. De hecho, ya hemos señalado que existe un
desgarramiento entre una economía política que no resuelve los problemas
sociales y que excluye o precariza a sectores significativos de la población y
la convocatoria a participar, aun cuando sea electoralmente, que supone el
llamamiento democrático. Se da un
desgarramiento, asimismo, entre la promoción de este llamamiento y la
transnacionalización de las decisiones políticas, especialmente si ésta se
acompaña con su traspaso final a una pretendida autorregulación del
mercado. Una institucionalidad
democrática que se expresa en relación con una política nacional que ya no
decide metas ni conduce los procesos sociales(28)
y que, en su corrupción, ha abandonado hasta los conceptos / valores de Bien
Común y comunidad, tornando cada vez más opaca la acción política, tiene que
ser, obviamente, una institucionalidad cuestionada. Sin subestimarlos, los procesos de
democratización deben ser valorados, entonces, más pro su vertiente imaginaria,
cuestionadora objetiva del orden vigente, que por su institucionalización. En realidad, la imanen de la "democracia
sin apellidos" es una de las más fuertes trampas del imaginario de la
dominación actual en las sociedades latinoamericanas.
3.- La democracia "sin
apellidos", que se institucionaliza conflictivamente hoy en América
Latina, y la reingeniería del Estado por la lógica del mercado, son funcionales
a los procesos de globalización nortecéntrica y unipolar(29) mediante los que se despliega hoy el
capitalismo mundial. Esta globalización supone tanto una integración financiera
y una alta movilidad para el capital como, en esta fase, la configuración de
grandes unidades económicas y políticas como la Comunidad Europea
o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. La tendencia a un mercado mundial fluido(30) se frena entonces mediante las
compactaciones regionales (europea, sudeste asiática, norteamericana) que
contienen libre comercio en su interior y barreras proteccionistas hacia el
exterior del bloque. Para las economías
latinoamericanas este proceso coincide con una coyuntura larga en la que el
valor de las exportaciones de América Latina y el Caribe en el comercio mundial
descendió, entre 1960 y 1990, de un 7.7% del total mundial a menos de un 4%,
descenso que evidenciaba no sólo una contracción económica sino que el
deterioro de la capacidad negociadora de los países de la región. Globalización asimétrica, colapso del modelo
de desarrollo local adentro y configuración de bloques económicos y comerciales
regionales son factores que potencian en América Latina nuevas políticas de
integración(31). Estas acciones de integración poseen un doble
carácter: constituyen un mecanismo defensivo o reactivo para evitar la
exclusión propia de una pérdida creciente en competitividad y buscan potenciar
una mejor posición para negociar una integración final al Tratado de Libre
Comercio de América del Norte. Este doble
carácter no es excluyente. De hecho, los esfuerzos intrasubregionales se
orientan a abrir más los mercados latinoamericanos a la venta de productos y
servicios norteamericanos, bajo la forma de acuerdos comerciales, zonas de
libre comercio o mercados comunes(32). En el despliegue estratégico, los mecanismos
de integración entre las economías subdesarrolladas y dependientes de la
región, darán paso a una integración asimétrica o subordinada entre economías
postindustriales, como la de EUA, y las latinoamericanas. Este tipo de integración, nuevo, sin la
transformación social profunda de América Latina y la consiguiente
redistribución de poderes, difícilmente resolverá los problemas de la
mayoría de su población, aunque acentuará la riqueza de los más ricos y
profundizará las polarizaciones y tensiones sociales que hemos descrito
anteriormente.
En síntesis, la transición inducida que experimentan las sociedades
latinoamericanas supone una reconfiguración tanto del sentido de la dominación
entrega a lo político como de las prácticas políticas. Aunque no se reduzca absolutamente lo
político a los mercantil, el primer subsistema aparece determinado por el
segundo, perdiéndose de esta manera la autonomía y capacidad relativas del
Estado para articular en términos de producción de comunidad --real o
imaginaria--, o sea de incremento de la racionalidad humana de la sociedad, los
diversos subsistemas sociales (económico, cultural, político). Se habla,
entonces ligera o interesadamente, de una crisis del Estado, determinada tanto
por la obsolescencia del Estado-nación como por su tradición mercantilista o
paternalista. La 'crisis del Estado' no
es sino expresión histórica, en su nivel, de la crisis global de las sociedades
latinoamericanas que no están en condiciones de asumir, como conjunto nacional
ni regional, las demandas de la globalización asimétrica, nortecéntrica y
unipolar. Con ese referente, la
sensibilidad más generalizada posee una concepción defensiva de la
democracia, por oposición a las dictaduras a las que no se desea volver. Lo
político se conforma así como separado de lo económico. Las reglas del mercado pueden violar
sistemáticamente los derechos de las personas produciendo, por ejemplo, pobres
y excluidos(33), pero el gobierno
democrático sostiene y defiende los derechos humanos al mismo tiempo que
potencia unilateralmente la lógica del capital en la economía. Posteriormente,
ambos movimientos, contradictorios, pero que suponen la correspondencia entre
economía y administración social (que reemplaza tecnocráticamente a la
política), son expresiones del despliegue actual de la globalización asimétrica
e inducida que transforma hoy a las sociedades latinoamericanas. El proceso de privatización desdibuja, asimismo,
el imaginario colectivo respecto de los alcances de lo público y de lo privado
acentuando los efectos de fragmentación y enfrentamiento individual
--socialmente desesperanzado-- de los problemas entendidos cada vez más como
desafíos inmediatos sin referente estratégico y utópico (inmediatismo). En
estas condiciones, resultan enteramente compatibles tanto la indiferencia por
la política y los partidos como una recurrente explosividad social y las
adhesiones a liderazgos personales construidos propagandísticamente o que
remiten a un pasado que míticamente se afirma como una edad de oro(34).
Ideológicamente, el neoliberalismo triunfante es enfrentado por una
estereotipada agitación o 'insurrección' de la sociedad civil. Los fenómenos de democratización continúan siendo,
políticamente --por su relación con la producción de comunidad, con la
transparencia y responsabilidad institucional, la participación ciudadana y la
afirmación del valor del sujeto humano y de su sociabilidad-- la forma nuclear
para una eventual transformación. Pero en la coyuntura larga esta forma parece
desvanecerse en la pluralidad sin jerarquía de los dolores sociales, reverso
postmoderno de la presión y fragmentación mercantiles.
GLOBALIZACIÓN
ASIMÉTRICA E INDUCIDA Y SENSIBILIDAD SOCIAL
1.- No es posible hablar de las
sociedades latinoamericanas en la década del noventa sin hacer referencia al
papel que en su reconstitución o transición desempeña el deseado 'Nuevo Orden
Mundial'(35) que se manifiesta
como proceso de globalización asimétrica. Para América Latina, globalización
subordinada y forzosa. 'Asimétrica' hace
referencia al carácter articulado y polarizante de los procesos
(concentración/desagregación).
'Subordinado' indica que carecemos de control sobre ellos. 'Forzoso' señala su necesidad histórica y política,
no lógica.
2.- Los procesos de globalización
en curso tienen caracteres nortecéntrico y unipolar. Esto quiere decir que su lógica es la de la
acumulación en un mercado global (en el cual participan nuestras economías) que
se activa mediante las tecnologías de punta monopolizadas por las economías
centrales y que se orienta, en el plano de la demanda, a satisfacer las
preferencias de los consumidores conspicuos y opulentos. En esa lógica quedan mediatizadas, es decir
invisibilizadas y revisibilidazadas, las necesidades de la población y del
ambiente natural. Sin oposición, estas
mismas necesidades quedan mediatizadas también por la geopolítica que articula
intereses particulares de Estados - potencias y los impone como si fuesen
globales. Las necesidades efectivas de
la población y del ambiente natural son
así invisibilizadas primero y revisibilizadas después como funciona de la
lógica de la acumulación global y del equilibrio entre potencias.
3.- Los procesos económicos,
políticos y culturales de la globalización en curso condensan, expresan y
promueven una nueva forma de despliegue del capitalismo centrado más en la
información y en la administración del conocimiento (intensidad del control
mercantil sobre la producción y distribución) que en la explotación extensiva
de recursos naturales y humanos. Este
despliegue ha intensificado la polarización del mundo en un 20% de la población
que controla y percibe el 83% de la riqueza y un 60% que sobre vive con un
7%. Las proyecciones demográficas hacia
la mitad del próximo siglo indican que el polo de consumo conspicuo se habrá
reducido a un 12% de la población mundial.
La polarización se expresa, asimismo, en cada región o país. Se habla así de un "desconfinamiento del
Tercer Mundo" o e la "sudificación" de las sociedades centrales(36).
Para las sociedades de la periferia, baste mencionar que en Brasil, con
ingreso anual promedio de 2.540 dólares, más de un 50% de la población capta
560 dólares y un 15%, 12.000.
4.- Consideradas en su conjunto,
las sociedades latinoamericanas son reactivas hacia este tipo de
capitalismo. Esto quiere decir que
ingresan a esta nueva fase sin capacidad para corregir los desequilibrios y
desagregaciones que en todos los niveles han acumulado en sus esfuerzos previos
por 'modernizarse'. De esta manera los
nuevos desequilibrios se articulan y potencian con los antiguos (formas de
propiedad, distribución de la riqueza, endeudamiento parasitario, desatención
de la educación, dependencia industrial-tecnológico-científica, alienación
cultural, relación población-medios de vida, etc.). Quedan por ello reducidas,
en el mejor de los casos y siempre provisoriamente, a ser puntos de inversión
privilegiados (México, Chile) o, en el peor, a ser desacoplados como países,
regiones y poblaciones por carecer de materias primas significativas, no
constituir mercados interesantes y ser geopolíticamente despreciables(37).
5.- Los nuevos problemas que
enfrentan estas sociedades (el auge de la pobreza, la destrucción acelerada del
hábitat, por ejemplo), son percibidos y valorados desde una sensibilidad que,
configurada en los centros, tiende a considerar agotada y obsoleta la ayuda
para el desarrollo. De hecho el
desarrollo universal, para todos, es el valor que ha sido desplazado. En su lugar aparece el crecimiento económico
como resultado de acciones internas que potencian la inserción en el tráfico
mundial de mercancías(38). Los países y regiones resultan así
responsables exclusivos de su crecimiento/desarrollo. En el discurso neoliberal, 'ya no existen
excusas para ser pobres'(39). Lo que está efectivamente en cuestión es
una ética de solidaridad referida a la universalidad plural de la existencia
humana. En su reemplazo aparece la
"ayuda para catástrofes" y la forzosidad de intervenir desde los
centros en la periferia para salvaguardar los derechos humanos y reparar la
disolución del orden estatal previamente determinados desde la lógica de la
globalización asimétrica. El socorro
ante las catástrofes y los derechos
humanos son así asimilados a la óptica del “desechable” (Moral del Amo). La
ceguera e insolidaridad internacionales y el desprecio por el otro, toman la
forma de un nuevo y eficaz !humanismo! de final de siglo cuyo correlato local,
particularizado es en !desechable!.
6.-
Además de la perspectiva mercantil que ve en los territorios latinoamericanos
ventajas comparativas (que los gobiernos latinoamericanos se esfuerzan por
producir y ofrecer competitivamente) para la producción eficiente y el consumo
opulento en los términos de la acumulación
mundial, o contingentes humanos y culturas desechables para esos mismos
términos, los países centrales, en particular EUA, valoran a estas sociedades
como problemas -
amenazas,
básicamente por su crecimiento poblacional, que asocian con atraso y deterioro
ambiental, las migraciones no deseadas y de sobrevivencia, el narcotráfico,
además de eventuales alzamientos subversivos y el endeudamiento, al parecer
perenne, resultado de su corrupción política y de su desorden y desintegración
social. La perspectiva de una integración americana, como la esbozada para el
largo plazo económico por la Cumbre de Miami en 1994, contiene esta doble
solicitud norteamericana: articulación asimétrica en beneficio de la
acumulación mundial y homogeneización política y cultural que evite los
desequilibrios y favorezca la reproducción de una sociedad de victimizadores y
de víctimas mediante la internalización, por estos últimos de su inevitable y
final culpabilidad (fragmentación, ineficiencia).
7.- En el plano más directamente operativo, la
anterior sensibilidad matriz se pone de manifiesto mediante un amplio espectro
de ideologizaciones particulares que, desde las prácticas de la dominación,
tienden a saturar el imaginario social latinoamericano de la década. Indicamos las de mayor resonancia, sin mayor
pretensión analítica.
Desde luego, la afirmación
de una 'sociedad sin alternativa' está ligada al deterioro y colapso de las
sociedades del socialismo histórico traducido como triunfo del capitalismo y
asociado, no siempre constructivamente, con la imagen del "final de la
Historia"(41) popularizada por F. Fukuyama a finales de la década del
ochenta. Para las sociedades
latinoamericanas la ausencia de alternativas contiene el rechazo de las
utopías --en su carácter de ilusión que debe ser desencantada por la práctica
del cálculo costo/beneficio-- y la destrucción de las esperanzas y
espiritualidad populares. Ya hemos señalado que el éxito de esta
ideologización depende de su internacionalización (apropiación destructiva) por
parte de quienes la sufren.
Inmediatamente ligada a este referente ideológico aparecen las
observaciones sobre el carácter 'realista' de la política --su rol tecnocrático
y pragmático--, es decir del 'final de las ideologías' y, en otro nivel pero
con el mismo alcance, el del agotamiento de los "grandes relatos
salvíficos" con el que se disipa la referencia a la totalidad social y con
ello la responsabilidad ética de los sujetos, de las fuerzas sociales, de sus
ideas e institucionalizaciones, en la producción de una sociedad humana(42). Como interlocutor eje de estos discursos se
encuentra siempre el desplazamiento del problema de la práctica de la libertad
humana por la autorregulación por el mercado.
Más institucionalmente,
dominan en el ámbito ideológico los discursos sobre la necesidad de los ajustes
estructurales propuestos-impuestos por el FMI, el Banco Mundial y el BID. Sus campos temáticos son el equilibrio macroestructural
(el déficit fiscal y la inflación deben ser revertidos) como condición para el
crecimiento, una extrema liberalización financiera, la distribución como
función de la producción, la racionalidad del desempeño burocrático, la lógica
del costo/beneficio, la privatización y desrregulación y la inserción sin
trabas en el comercio mundial.
Alejándose puntualmente de esta ortodoxia resuena, pero con mucho menor
efecto práctico, el discurso de la CEPAL que insiste en el carácter sistémico
de la modernización y, con él, en la determinación política fundamental de la
transición. Ubicándose al parecer
contracorriente, la ideologización de la CEPAL contiene el supuesto de que el
capitalismo podría generar crecimiento y desarrollo para todos los sectores y
para todos los países. Este supuesto,
incluso interpretado restrictivamente en términos económicos, es enteramente
cuestionable y no forma parte, como hemos observado varias veces, de la
ortodoxia que fluye desde los núcleos de poder en los centros. Para ellos, de la globalización asimétrica
resultan ganadores y perdedores y las poblaciones, las culturas y el medio
natural latinoamericano figuran generalizadamente entre estos últimos, sin
perjuicio que enclaves humanos y económicos, puntualmente, alcancen el éxito. También en apariencia distante del realismo
frío de la ortodoxia de la globalización comienza a resonar, en clientelas
particularizadas pero con capacidad de amplificación, un discurso gestado en
las Naciones Unidas (PNUD) que establece un ranking de desarrollo humano(43)
propone ideológicamente un continuo de desarrollo que opaca la
realidad de una globalidad a la vez articulada y desagregada, es decir ligada
destructivamente (orden/desorden). Mediante esta opacidad básica, el discurso
sobre el 'desarrollo humano' se inscribe en la sensibilidad de la dominación.
Por supuesto, maximizar el
empleo de los recursos(44) y 'ordenar la casa', aspirar a un buen nivel de
vida y no sólo a la sobrevivencia, crecer en educación y salud no son
disvalores por sí mismos. El
desgarramiento surge cuando ellos son propuestos como funciones de una
acelerada y devastadora acumulación mundial de capital que sacrifica hoy a la
gente, destruye sus esperanzas y deteriora, quizás irreversiblemente, el
hábitat natural. Es aquí donde aparece
la urgencia de una alternativa.
GLOBALIZACIÓN ASIMETRICA Y PROBLEMAS MUNDIALES.
PROYECCION LATINOAMERICANA
1.- Los procesos de globalización asimétrica
antes reseñados no pueden desplegarse sin generar problemas mundiales. Leídos en perspectiva alternativa los
principales problemas de este tipo son: la articulación existente entre modelo
económico (tendencia a la absolutización del mercado), deterioro ambiental
humano y natural e inadecuada relación entre concentraciones de población y
medios de existencia o de vida(45), las tendencias armamentistas y la acumulación
de arsenales de exterminio masivo, la discriminación contra la mujer, los
jóvenes y los ancianos, y la tendencia a la homogenización de la cultura que
incluye, para los creyentes, la universalización de la idolatría.
1.1.- Los problemas enunciados son mundiales porque
afectan a toda la población humana, aunque no esté en control de ellos ni sea
directamente responsable por su constitución.
Son también mundiales porque cada uno de ellos, o su articulación, pone
en cuestión o la existencia misma del género humano o deteriora radicalmente la
condición humana de esta existencia. Sin
embargo, el despliegue de estos problemas mundiales objetivos no va acompañada
mecánicamente de una subjetividad crítica(46) mundial en relación con
ellos. Un problema no es efectivamente
mundial mientras esta subjetividad o sensibilidad material no existe. Contra su constitución operan los mecanismos
fragmentadores del sistema, su capacidad de cooptación y violencia y
también la inevitable particularidad y diversidad inmediata de los dolores y
carencias sociales y la ausencia de redes de información y de comunicación que
permitiesen articularlos constructiva y políticamente. En su favor operan la extensión y profundidad
de las carencias, su objetividad e irreversibilidad inocultables en el largo
plazo y la internacionalización de las comunicaciones propia de la
globalización asimétrica. Asimismo, la
expansión e intensificación de la alienación y conflictividad propios de la
lógica del sistema.
2.- Los problemas mundiales contienen situaciones
límites de exclusión y precariedad, y asea que se liguen con la
potenciación unilateral del capital en relación con la fuerza de trabajo, con
la discriminación y estereotipización patriarcal y sexista contra la mujer o
contra el equilibrio ambiental(47). Las
situaciones límites de agresión y precariedad (violencia) no se ejercen en
abstracto, sino contra grupos humanos específicos en situación o no de asumir
la violencia que se ejerce contra ellos.
Por definición, un excluído-empobrecido radicalmente
("desechable") carece de poder y de iniciativa políticos. Es, también por definición, un prójimo, es
decir un interlocutor político.
Una sensibilidad mundial ante los problemas se construye mediante la articulación
constructiva de estas interlocuciones (48). Es
por ello un proceso más que un programa cuyos referentes son los empobrecidos
--a quienes se niega la condición de sujetos-- en el límite. Los problemas mundiales sólo pueden ser enfrentados desde sus víctimas
materiales. Una víctima --por ejemplo
los pequeños agricultores, varones, mujeres, ancianos, niños de Chiapas-- no es
alguien insignificante, sino un actor potencial de su liberación y
emancipación. Los sucesos de Chiapas
--el alzamiento contra las pequeñas, medianas y grandes situaciones de
injusticia, alzamiento que es un rechazo, una denuncia y una crítica desde una
racionalidad alternativa-- constituyen una interlocución con sentido
universal para las diversas formas de víctimas producidas por las
materializaciones actuales y la lógica de la globalización asimétrica. Las interlocuciones posibles desde las
situaciones límite son el referente fundamental de una conceptualización
(teoría) e imaginación (utopía) emancipadora y transformadora, su matriz
ético-política.
3.- Una situación límite de victimización
--directamente o como interlocución-- potencia un rechazo, una denuncia y una
activación contraria a los efectos de esa situación, y en menor medida, hacia
su sentido o lógica. Este es el primer
alcance de la expresión "lo alternativo no está 'afuera' del capitalismo,
sino que puede ser buscado y realizado como práctica social de liberación en
todas partes"(49). La
existencia de problemas mundiales ofrece situaciones límites y
victimizaciones por doquiera(50), aunque ellas son percibidas/valoradas
mayoritariamente todavía como 'hechos' o 'sucesos' y no como
interlocutores. Transformar estos
sucesos en interlocuciones es la tarea central de una sensibilidad
alternativa, en Suiza o Haití. La
proyección de los pueblos latinoamericanos, victimizados, en el tránsito entre
siglos, aparece ligada a esta capacidad de transformar los hechos en
interlocuciones que hablan de una racionalidad humana negada, de la negación
entre lo particular vivido (sufrido) y la existencia y prolongación de un
género humano, de una Humanidad plural. De una simultaneidad de sufrimientos
específicos que deben ser éticamente rechazados y políticamente
(institucionalmente) transformados. El papel de las sociedades
latinoamericanas, y de los empobrecidos en todo el mundo, en el enfrentamiento
de los problemas mundiales5152 y en su resolución descansa en su
capacidad para testimoniar radicalmente la ausencia de humanidad,
la crisis de civilización, que condensa y expresa la globalización asimétrica.
América Latina, sus pueblos, aunque no sus sedicentes élites, posee raíces,
memoria y compromiso histórico para estar a la altura de este papel[3] .
Resumiendo este apartado: el nuevo orden/desorden
supone una intensificada concentración de poder fundado en la desagregación
social y en la afirmación unilateral de una economía política mundial que
privilegia la lógica del capital y el equilibrio (orden/desorden) de los
grandes Estados /buenos negocios. Este orden no puede reproducirse sin extender
e intensificar el dolor social, la universalización de la victimización, y la
deslegitimación humana de su racionalidad y sus instituciones[4]. Ofrece así la agonía de
su ostentosa autodestrucción y la posibilidad de reconfigurar una humanidad
plural puesta en los límites de su sobrevivencia. La víctima como
interlocutor de una esperanza que habría que construir debería ilustrar la
transición entre siglos. La
desesperanza que se desprende de Bosnia o Somalia o México o Haití o de la
destrucción ambiental, expresan, sin embargo, la radiante faz ciega de una
lógica destructiva en la cual no existe lugar para las necesidades de la gente
ni para las comunidades y sociedades latinoamericanas.
Escenarios:
i.
Desde luego,
el escenario más probable es el de la extensión de la desesperanza y el
de la mediocre contribución de las sociedades latinoamericanas a la
autodestructividad mundial disfrazadas de consumo conspicuo sobre la base de la
insociabilidad. Países como Chile y México han avanzado ya por este camino, el
del ingreso al “primer mundo”, como efecto de las guías establecidas por los
organismos internacionales y la convivencia de las élites económicas y
políticas nativas. El escenario de la desesperanza está asociado con la
fortaleza de los factores que potencian la fragmentación, la insolidaridad y el
"todo vale" al interior de procesos que apuntan hacia el crecimiento
económico y el lucro sin aumentar el empleo y acentuando la discriminación
contra el que ya existe. Políticamente, para las sociedades latinoamericanas
este es el escenario de las integraciones sin contenido popular y de la
negociación democrática sin legitimidad estatal. Al orden de este escenario se
opone el desorden derivado del malestar social, de las memorias históricas y,
más inmediatamente, de las migraciones no deseadas, del narcotráfico, de las
explosiones sociales y políticas puntuales, cooptables también sólo
puntualmente y a través del forzoso mecanismo de la desagregación, es decir de
su desvitalización. Sentirse Amo o jaguar, cuando se resbala frenéticamente por
el tobogán de la alienación y la victimización, no es sino la imagen patética
de sociedades que no han sabido construir ni su nacionalidad ni su humanidad y
que ante una crisis material y global de civilización buscan, entre las luces
del final, los puestos para una función que ellos creen recién comienza.
ii.
Ligado al
anterior, pero encerrando la posibilidad de una transformación cualitativa,
está el escenario de afirmación de la sobrevivencia. A diferencia de la
desesperanza, la sobrevivencia contiene un factor de oposición que remite a
elementos de la conciencia histórica y social o étnica, formas elementales de
rechazo que van más allá de la aceptación bobalicona o inerme o inercial del
final de la Historia ,
un desagrado que puede conducir a la búsqueda de alternativas y al testimonio
que transforma. Desde luego, existe una modalidad de sobrevivencia, la
oportunista, inmediatamente asociada con el escenario de la desesperanza y
penetrada por éste. Se encuentra básica, pero no exclusivamente, en las capas
altas tecnocráticas y medias frustradas de la población. Aquí, las formas del
rechazo aparecen demasiado próximas al mero malestar como resultado de su
labilidad nacional y de la intensidad de su desgarramiento mercantil y
autoaislamiento social. Pero está también la sobrevivencia que se expresa como
ayuda mutua, por ejemplo, es decir bajo rasgos mercantiles [5], y que podría prolongarse,
mudando su carácter, en prácticas alternativas. La posibilidad de
materialización de este escenario, cuyos factores existen, depende de la
concreción acumulativa de nuevas maneras de hacer política, de una articulación
constructiva en profundidad y horizontalidad entre actores sociales emergentes,
urbanos y agrarios, de una reconfiguración de los partidos políticos que se
proponen como interlocutores orgánicos del malestar social y humano, y de
condiciones internacionales favorables bajo la forma de recesiones agudas,
crisis de empleo, colapsos financieros, guerra comercial, proteccionismo,
evidente deterioro ambiental o el resquebrajamiento interno de instituciones
como el Banco Mundial y el FMI. En este escenario se pone en evidencia,
críticamente, el bajo techo de la nueva institucionalidad democrática y la
hipocresía internacional que la sostiene, la deslegitimación del Estado como
aparato burocrático y de buen gobierno nacional y la necesidad de radicalizar
el espacio público como ámbito de debate y negociación para aportar y
transformar la sociedad por el camino que indica el buen senido de una mayoría
diferenciada, plural y articulada en redes de solidaridad, conocimiento y ayuda
mutuas. Desde luego, existe un largo trecho que recorrer entre la sobrevivenia
que se inclina socialmente hacia la desesperanza y el oportunismo de corto
plazo, y la sobrevivencia que puede madurar como resistencia política y ética,
como recuperación cultural y como práctica social alternativa. Un largo trecho
supone frentes, fases, proposiciones, y una cronología de sucesos
fundamentales.
iii.
El escenario
de la sensibilidad utópica existe
siempre incluso en la fragmentación más extrema, aunque su expresión abierta
pueda reducirse a grupos pequeños o materializarse como enajenación de la
práctica, como espiritualización. En la transición entre siglos, su dominio es
el escenario menos probable para las sociedades latinoamericanas, embebidas en
su tarea de sacar adelante los ajustes estructurales y sobrevivir en el
intento. No hay tiempo ni espacio para sentir -excepto como añoranza o sueño-,
analizar, ni imaginar cotidianamente lo alternativo y testimoniarlo como
referente político. Desde luego, precisamente por su generalizada ausencia
material, es el momento agónico -en el sentido de ser personaje mediante
la lucha y el desgarramiento- de la utopía, un momento de prueba
decisiva para una espiritualidad de resistencia y transformación[6] Los sectores populares y
las institucionalizaciones de sus luchas independientes (redes, frentes,
movimientos, partidos) son los actores elementales de esta sensibilidad. Estas
institucionalizaciones, incipientes, breves, no podrán existir sin la
generación y comunicación de un pensar radical cuyo proceso plural de búsqueda
y encuentro (articulación) debe constituir uno de los ejes de la memoria social
e histórica, no canon de la sensibilidad utópica. El escenario utópico posee a
su favor como experiencia de contraste, obviamente, la estrechez inhumana e
idolátrica de las condiciones de la sobrevivencia y la antihumanidad de la
desesperanza. En su contra, la inmediatez, fragmentación y tendencia a la
saturación que consiguen imponer estas determinaciones. Como la sobrevivencia,
sin embargo, puede apoyarse también en las condiciones internacionales, en la
variedad de sus crisis, particularmente mediante el fortalecimiento de las
redes de solidaridad y acompañamiento mutuo no gubernamentales.
DE LA INSURRECCIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL
Finalicemos
con un comentario a una imagen que, bajo ciertas condiciones, ha derivado en
estereotipo. Como resultado de colapsos, en especial el de las sociedades del
socialismo histórico, de la enormidad y brutalidad de los desafíos
(población-medios de vida-naturaleza) y del éxito del capitalismo[7], una forma del imaginario
de la liberación latinoamericana abandonó su politicismo histórico -la
revolución se hace desde arriba, conquistando el Estado- y adoptó un civilismo
extremo -la revolución la harán, desde abajo, los nuevos sujetos
sociales[8].
A los procesos mencionados se agregó la aparición, a finales de la década del
setenta, de nuevos actores y movimientos, particularmente los ambientalistas y
feministas, y, con motivo de la coyuntura del V centenario, de un reconfigurado
movimiento de los pueblos profundos de América. A estos grupos podían agregarse
actores más tradicionales -pobladores, sindicalistas, cooperativistas,
estudiantes, creyentes, etc.- y de diverso tipo (ONGs), para configurar la base
de una sociedad civil revolucionaria e incluso socialista [9] El estereotipo, desde
luego, funcionaba mediante diversos recortes sociales. Discutiremos algunos de
ellos:
a)
Un actor social no es idéntico a un sujeto social. Este último es el resultado
complejo de un movimiento social (acción que rompe con la racionalidad
dominante, particular o globalmente) que puede alcanzar, objetiva y
subjetivamente, carácter estratégico. Una lucha de mujeres por organización
barrial y medicina preventiva configura un actor social, pero no necesariamente
un movimiento social. Dl mismo modo, la reivindicación del género femenino puede
condensarse en actores y no en movimientos. Sujeto social, por último, es una
categoría de análisis, no una realidad empírica. Y sujeto Histórico expresa una
tensión del pensamiento por manifestar un aspecto axial de la realidad, pero no
se encarna estrictamente en ningún régimen ni movimiento particular:
b)
la categoría “Sociedad civil” debe traducirse como sociedad burguesamente bien
ordenada. Hay razones históricas, conceptuales e imaginarias para hacerlo así.
La deseada oposición entre sociedad civil y Estado es un efecto del imaginario
burgués escinde la existencia social en órdenes íntimo, económico-social o
privado, y público o político (estatal-cufltural). El imaginario respondió
inicialmente al deseo de hacer prevalecer la propiedad privada y la acumulación
ante el poder del gobierno y del Estado. Materialmente, no existe esta sociedad
civil, excepto para alguna formulación teórica, es decir ligada a un sistema
conceptual de análisis[10]. La sociedad civil es
política, así como el Estado expresa y condensa su sociedad civil. Lo diverso
de una sociedad civil burguesa son sus excluidos, sus “desechables”. Una
política liberadora tiene como referente (interlocución) esta exclusión, no
sólo la discriminación o marginación. La emancipación anticapitalista es contra
toda exclusión, no contra la discriminación o la explotación. Estas últimas
luchas son justas y legítimas, pero carecen de contenido estratégico.
De lo dicho, sumariamente, se comprende que del
malestar y activación e incluso ebullición de la “sociedad civil” no se sigue
necesariamente una transformación alternativa. En primer lugar, porque esos
malestar, activación y enardecimiento pueden ser cooptados por el sistema, como
ha ocurrido con los movimientos ambientalistas y feminista. Para que esa cooptación
no se produzca, estos actores y movimientos tienen que valorar su práctica como
una nueva forma de hacer política y
de constituir lo público e institucionalizar con su práctica estas nuevas
formas. En segundo lugar, porque el malestar de la “sociedad civil” se gesta en
espacios y efectos plurales, diversificados: potenciación unilateral de la
lógica y efectos plurales, diversificados: potenciación unilateral de la lógica
del capital, predominio del capital financiero especulatico, luchas específicas,
organización patriarcal de la existencia, deterioro del ambiente natural, V
Centenario, idolatría, etc. Esto supone
activaciones y enfrentamientos con caracteres diversos no susceptibles de
unificación, aunque se podrían buscar y lograr mecanismos y procedimientos para
su articulación. Hacer política popular hoy consiste precisamente en explorar y
construir adecuadamente esta articulación. Un problema central para esta
construcción es lograr una efectiva jerarquización coyuntural y estratégica de
las luchas específicas articuladas. El punto que aquí interesa, sin embargo, es
que no existe un escenario como el propuesto por una insurrección civil
generalizada, latinoamericana o, más delirantemente, mundial. Las revoluciones,
o como se las quiera llamar, serán políticas, tendrán un carácter
particular-mundial y utópico y se expresarán mediante una nueva forma, no
burguesa, de vivir la política y las cuestiones referidas al poder social. Sin
estos rasgos, no podrán plantearse ni alcanzar metas efectivas.
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[1] Como en todos
mis trabajos, "popular" no es un mero término, sino una categoría de
análisis. Señala la dialéctica existente entre "pueblo social"
(sectores que sufren asimetrías) y "pueblo político" (movimiento
articulado que se propone la transformación de las condiciones que producen las
asimetrías sociales) y, desde ellos, con la totalidad social.
(10) Algunos
estilistas nativos de la postmodernidad encuentran en estas situaciones de
alienación de vértigo, de naufragio en el instante y de pérdida de esperanza
una motivación para el goce y la pasión: " O morir de vértigo o disfrutar
de vértigo (...) El goce de la vida está
en la ocupación de intersticios (...) El
goce de la vida está en la liviandad de lazos (...) El goce de la vida está en la extatización
del cambio". (M. Openhayn: El
día después de la muerte de una revolución, p. 42).
(11)
El discurso neoliberal la considera "la revolución de la
libertad". (Cf. B.
Levine (compilador): El desafío neoliberal).
(12)
Chile es considerado actualmente el modelo de lo que podrían y deberían ser las
sociedades latinoamericanas es esta nueva etapa del capitalismo. Durante la dictadura de las FF.AA. y de las grandes empresa, Chile se polarizó
de modo que un 70% de su población tenía un ingreso inferior la costo de la
canasta de alimentos básicos y un 30% vivía con gran desahogo (Cf. Delano y
Traslavina: La herencia de los Chicago Boys, págs. 168-170). En 1994, y según cifras gubernamentales, más
del 32% son pobres en Chile (4 millones y medio de personas, aproximadamente),
5 millones no tienen acceso a sistemas de salud y 80.000 mujeres reciben
salarios inferiores a 30 dóles al mes.
Dentro de sus pobres, 1.198.000 son indigentes (La Nación. "Economía & Negocios",
5.12.1994). un país rico en petróleo,
como Venezuela, termina 1994 con un 52%$ de la población viviendo en la
pobreza, según cifras oficiales. Los
analistas no gubernamentales señalan un 80%, un desempleo del 15% y una caída
de los salarios del 30%. Un millón y
medio de niños no asiste a la escuela.
Ya indicamos que se espera que el 53% de la población latinoamericana
sea pobre en el año 2000. Toda esta
materia convive con puntos, élites y zonas de gran crecimiento económico. Chile, por ejemplo, muestra un crecimiento
sostenido superior al 5% anual. El otro
modelo neoliberal, México, sufrió un dramático colapso financiero y social en
el inicio de 1995. En 1994 habría sido
incorporado, mediante presión norteamericana, a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
(OCDE).
(13)
Para hablar de "ámbitos políticos carenciales" se hace necesario
atribuir a lo político y a la política valores y funciones. Entendemos aquí por 'político/política' las
estructuras, instituciones, actores y prácticas sociales (subsistema social)
que contribuyen a la reproducción y potenciación de producción de comunidad
ofreciendo, por ejemplo, una decisión acerca de los objetivos sociales y del
carácter de su viabilidad, y organizando y dirigiendo las fuerzas sociales que
podrían materializarlos. Un ámbito
político carencial es, por consigueinte, o disfuncional o antimónico respecto
de la producción de comunidad.
(14)
Un autor insospechable en este punto, S. Huntington, escribe: "Through the
IFM and Other international economic institutions, the West promotes its
economic interests and imposes on other nations the economic policies it thinks
apropiate" ("Por medio del Fondo Monetario Internacional y otras
instituciones económicas internacionales, Occidente promueve sus intereses
económicos e impone a otros países el orden económico que considera
apropiado". (The Clash of
Civilizations", p. 39). Para Huntington, las sociedades
latinoamericanas no son "Occidente", sino 'países escindidos' (torn
countries).
(15)
Los mecanismos de coacción son variados.
Van desde el examen permanente de las economías nativas por parte del
FMI y el BM y de los acuerdos forzosos de Programas de Ajuste Estructural,
hasta agresiones financieras como la sufrida en Perú en la segunda mitad de la
década del ochenta (el gobierno peruano había resulto no destinar más del 10%
del monto de sus exportaciones para pagar la deuda externa), la intervención
militar directa como en Panamá(1989), la intervención política directa con
respaldo militar (Haití, 1994), el congelamiento de fondos (Nicaragua), el
bloqueo (Cuba) y las amenazas comerciales (tratados bananeros y expropiaciones
de tierras a ciudadanos norteamericanos, Costa Rica, 1994) y la militarización
de la lucha contra el narcotráfico (Colombia, Perú). El único país que ha resistido con éxito
hasta la fecha la política de 'ajustes' del FMI es Brasil en razón de su
peculiaridad económica y de una activación popular que decidió la salida del
presidente Collor de Melo en 1992 y que se manifiesta orgánica y electoralmente
mediante el Partido de los Trabajadores.
(16)
Este campo de decisiones interno propio puede tender a ser nulo en aquellos
países que no han logrado desplegar una burguesía nativa (Costa Rica) o más
amplio si la han desarrollado (Brasil).
También será más incierta si el país posee valor estratégico (Brasil) o
si él es derivado (Costa Rica). En todo
caso, y en términos geopolíticos, la situación latinoamericana se ubica en los
niveles de la dependencia paracolonial y en los espacios más débiles de la dependencia
nacional (Cf. J.C. Puig: Los Estados Unidos y Europa
Occidental: su lugar en la política internacional latinoamericana, p. 331).
Este aspecto enfatiza el carácter tecnocrático de la acción política.
(17) La Comisión Especial
de Investigaciones, creada por Itamar Franco, señaló que en Brasil el 40% de la
inversión oficial se extravia primero en los bolsillos de los funcionarios y se
deposita, después, en Islas Caimán, Montevideo o Miami. Uno de los primeros anuncios del recién
electo presidente P.H. Cardoso fue el de detener y castigar este comportamiento
delictivo.
(18)
'Neoliberal' designa, sin demasiado coherencia, varias cosas en América
Latina. En primer lugar, el modelo de
potenciación unilateral del capital contenida en la globalización financiera y
mercantil en segundo lugar, las
prácticas defensivas de los gobiernos latinoamericanos ante esta misma
globalización. En tercer lugar, la
principal ideología tecnocrática en la coyuntura. El llamado "modelo neoliberal"
tiene una práctica ya larga en las sociedades latinoamericanas y ha pasado
desde el fundamentalismo del shock económico con dictadura (Chile), a
ajustes graduales con asistencia focalizada a los más pobres y nueva
democracia. Como ideología mundial,
el neoliberalismo ha perdido fuerza en
los países centrales y su deterioro ha incluso obligado al FMI a buscar una
ética que sancione sus tesis de mercado total.
Pero este deterioro ideológico no implica que las prácticas dejes de ser
las de la potenciación unilateral en el mundo de las diversas formas de
capital.
(19)
Para el caso centroamericano, por ejemplo, y bajo la influencia del Plan de Paz
regional iniciado en 1987, las fuerzas armadas se redujeron de 216.175
efectivos a 103.500 en 1994. Las cifras
comprenden los datos oficiales de los ejércitos de El Salvador, Guatemala,
Nicaragua y Honduras. Sin embargo, el
gasto militar en relación con los recursos destinados a educación y salud sigue
siendo abrumador. En Nicaragua
representa un 318% y en Honduras un 102%.
Cabe destacar que Nicaragua redujo su ejército de 909.000 efectivos a
15.000 (CF. Hombres de Maíz: Militares y democracia en Centroamérica, p.
15). Además de este gasto, los aparatos
armados insisten en mantener su autonomía
respecto de los gobiernos civiles y se consolidan como actores
económicos que, mediante inversión productiva, 'diversifican y protegen el
patrimonio de los militares' (Ibid. p. 17). El Instituto de Previsión Militar de Honduras
es la quinta fuerza económica del país.
Y conglomerados semejantes existen en Nicaragua, Guatemala y El Salvador.
(20)
Así en el Brasil de Collor de Melo el gasto en salud cayó en un 30.7%, en
educación 49.3%, y 47.3% en alimentación y nutrición (Cf. P. Facobi: La
politización del hombre, p. 109).
Esta caída va acompañada de una privatización de los servicios sociales
y de una focalización de la ayuda a los más pobres por medio de programas como
Pronasol (México) o Prosol y País (Argentina).
(21)
Cf. H. Gallardo: Elementos para una discusión sobre la izquierda política en
América Latina.
(22)
Que no excluye su sectarismo tradicional. En Costa Rica, en la que la izquierda
ha sido débil durante los últimos 45 años y a la que su crisis actual ha
conducido prácticamente a la inexistencia, un dirigente proclama todavía, en enero
de 1995, con fiereza: "Los troskistas no quieren nada con nosotros y
nosotros no queremos nada con ellos"
(La Nación ,
23-1-1995).
(23)
Brasil tuvo un presidente civil, tras 21 años de dictadura, en 1985; Argentina
en 1983; Chile en 1989; Uruguay en 1984.
Estos últimos países iniciaron sus dictaduras de Seguridad Nacional en
la década del setenta. El Salvador
eligió una Asamblea Constituyente en 1982 y en 1984 un presidente civil. Honduras se dio una nueva Constitución en
1982 y eligió un presidente civil el mismo año.
Aristide fue electo por el pueblo haitiano en 1990. Ecuador había retornado a los gobiernos
civiles en 1979.
(24) Es una fase de estabilización macroeconómica,
liberalización y predominio financieros, apertura comercial y privatización a
las que se agrega un arreglo de pago de la deuda externa. Sin embargo, están en agenda exigencias para
detener el narcotráfico, impedir las migraciones no deseadas y propiciar la
defensa ambiental. Las dos primeras han
sido ya militarizadas. La última aguarda que procesos como el "efecto
invernadero" vuelvan a ser noticia de primera plana en EUA. A estos tópicos, que exigen presencia
militar, deben agregarse otros más tradicionales y que no han sido sepultados:
las prácticas antisubersivas, incluyendo la Acción Cívica , y los
aportes militares técnicos a la modernización.
Es bajo esta óptica --por demás unilateral-- que la lucha armada popular
aparece como desfasada o metafísicamente obsoleta.
(25) la Constitución chilena
de 1980, actualmente vigente y que pude ser considerada paradigmática, crea la
figura del Consejo de Seguridad Nacional, presidido por el Presidente de la República pero bajo
control de los Comandantes de las Fuerzas Armadas (4 miembros), que entre sus funciones tiene la de 'expresar su
opinión' al Presidente, Congreso o Tribunal Constitucional ante las situaciones
que atenten gravemente contra las bases de la institucionalizadicón del golpe
de Estado. Pintorescamente, la misma
Constitución asevera que las FF.AA. y Carabineros son obedientes, no
deliberantes y profesionales (Cap. x, art. 90°). Unas líneas más arriba, sin embargo, las
caracteriza como garantía esencial del orden institucional. En el caso chileno, la Constitución de 1925
permitía actuar contra las instituciones e intentar transformarlas. Actualmente, imaginar la revolución, o
soñarla, lo pone a uno fuera de la ley.
(26)
Es posible palpar en toda América Latina una significativa desilusión con la
democracia ya que ella no asegura el bienestar económico ni resuelve los
problemas sociales. Y es que trata de
democracias sin sociabilidad fundamental y sin una re-legitimación del
Estado. El imaginario aspira entonces al
"hombre fuerte" que "pone en el buen orden" a la sociedad.
Los referentes estereotipados son aquí A. Pinochet y A. Fujimori. Pero también usufructúan de este imaginario
políticos como C. Menem o, antes de su invalidez casi total, J. Balaguer.
(27)
Se trata de un efecto estructural. En la
medida que la política reproduce la lógica del mercado y se expresa como
autorregulación social (negociaciones basadas en beneficios mutuos) la
participación con ella exige una redistribución generalizada y equitativa de
poder. La potenciación unilateral del
capital impide esta redistribución. Lo
democrático busca asentarse, entonces, en una insociabilidad (exclusión,
fragmentación, precariedad) fundamentales y en el acentuado proceso de
deslegitimación estatal. Tarea imposible
aunque acometible mediante la separación entre
y política (Sociedad Civil y Estado, en el imaginario de moda).
(28)
Cf. N. Lechner: Los nuevos perfiles de la política. Un bosquejo, p. 36.
(29)
Cf. H. Gallardo: Notas sobre la situación mundial observada desde América
Latina. Un funcionario de FLACSO,
púdicamente, llama a estos procesos de concentración / descomposición
"globalización segmentada", es decir desigual y estratificada (F.
Rojas Aravena: América Latina. El
difícil camino de la concertación y la integración). S.
Amin la considera una 'globalización de alta vulnerabilidad' fundada en
los monopolios tecnológico, financiero, de acceso a los recursos naturales, de
medios de comunicación y de armas de destrucción masiva (El futuro de la
polarización global, págs. 120-122).
(30)
Representado centralmente pro las negociaciones en el GATT.
(31)
Grupo de los Tres o G-3 (Colombia, México, Venezuela, 1990), Mercosur
(Argentina, Brasil, 1986; Uruguay, Paraguay, 1991). Se ha intentado, asimismo, revitalizar, desde
1987, el Pacto Andino (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, 1969) sin
mayor éxito. Desde el acuerdo de
Esquipulas II (1987) la región centroamericana ha reactivado su esfuerzos de
integración.
(32)
Cf. Aline Prambes-Buxeda: La integración subordinada en América Latina,
p. 160. Una integración con sentido
latinoamericano, no subordinado, supondría la transformación de su base
productiva refiriéndole a la interdependencia de sus contingentes humanos
(economía ligada a la producción en comunidad), sin perjuicio de su
especialización, el despliegue de capacidad regional para asumir y producir
tecnología de punta (ojalá ambientalmente alternativa), y el fortalecimiento
del comercio intrarregional. Así,
América Latina sería no sólo más competitiva en el mercado global, sino que
señalaría, también, hacia una economía política alternativa indispensable si se
desea que la humanidad tenga futuro.
(33)
A inicios de la década del noventa se
acuñó, para toda América Latina, un dicho que condensa esta situación:
"Los negocios van muy bien y la gente muy mal".
(34)
Así, en Costa Rica se elige
sucesivamente, en 1990 y 1994,
a los hijos de sus principales figuras históricas
modernas, Calderón Guardia y Figueres Ferrer.
En Chile, a un hijo de Frei Montalba.
En Venezuela, a R. Caldera, un patriarca a quien se asocia con un
período de precrisis.
(35)
La expresión es del ex presidente Bush.
En otro trabajo la hemos traducido como Nuevo Orden Institucional. S. Amin traduce la realidad a que hacen referencia estas expresiones como
"desorden mundial" (Amin, pp. Cit., p. 119). El historiador norteamericano P. Kennedy
coincide con esta caracterización: "... tras el desvanecimiento de la
guerra fría, no nos enfrentamos a un "nuevo orden mundial", sino a un
planeta perturbado y fracturado" (Hacia el siglo XXI, p. 447). En todo caso, este nuevo escenario, fundado
en la acentuación de los desequilibrios históricos entre clases, Estados,
naciones, etnias, géneros, generaciones, etc., debe entenderse como un
orden/desorden
(36)
L. Brock: Auflösungoder Ausbreitung? Die Dritte Welt in ihrem fünften
Jahrzehnt, citado críticamente por U. Mezel: Tras el fracaso de las
grandes teorías..., p. 67. Debe
entenderse que la 'sudificación' de EUA comprende conflictos postindustriales y
no preindustriales. Menos obvio es que esta 'sudificación', en realidad el
efecto de una crisis de civilización, incorpora el acelerado deterioro político
de las sociedades centrales y cada vez mayor insignificancia y vulgaridad de
sus líderes.
(37)
Escribe un politólogo alemán: "Estos países son demasiado pobres para
resultar interesantes como mercado, no tiene ninguna materia prima importante
para interesar como proveedores, y después de la cesación del conflicto
Este-Oeste tampoco despiertan ya interés desde el punto de vista político o
estratégico". (U. Menzel, pp. cit., p. 76). Incluye en estas zonas al Africa
subsahariana, Asia meridional y central y la región andina de Latinoamérica
(38)
La referencia inevitable son las economías de industrialización reciente:
Singapur, Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur, en Asia Oriental, "tigres"
a los que se agregan los "dragones": Thailandia, Malasia e
Indonesia. Dicho sea, de paso, el
'éxito' de los tigres asiáticos, dentro de sus peculiaridades locales, se liga
con inversión en educación, elevado ahorro interno, protagonismo estatal
(incluyendo autoritarismo), énfasis en la exportación de manufacturas,
religiosidad articulada estrechamente con la cotidianidad y efecto de
demostración de Japón. Ninguno de estos
países es un gran deudor internacional.
Chile, el autoproclamado "jaguar" latinoamericano, recuperó y
superó en 1994 el nivel de deuda que logró renegociar en la década del ochenta:
alrededor de 20.000 millones de dólares.
La crisis del peso mexicano a inicios de 1995 tiene como uno de sus
factores la ausencia de ahorro interno.
(39)
Indica B. Levine: "Vivimos en un mundo de desencanto, es un mundo sin
excusas, sin culpa, sin yanquis (...) América Latina es su propio agente
de acción, será responsable de sus éxitos y fracasos" (Un manifiesto
liberal para América Latina en una era de desencanto, p. 65. El historiador P. Kennedy, poco sospechoso de
neoliberalismo, escribe acerca de "ganadores y perdedores en el mundo en
vías de desarrollo" (Hacia el siglo XXI, págs. 250-295). Obviamente, no habrá crecimiento ni
desarrollo para todos. Para Kennedy, la
región latinoamericana está entre los perdedores, excepto que EUA le eche una
mano (Ibid., p. 266). Pero, como
consuelo, los países de cultura islámica y el África subsahariana perderán con
mayor seguridad y más.
(41)
La interpretación de F. Fukuyama de un "final de la Historia ", despertó,
en EUA, oposición política y conceptual.
La primera, porque implicaba un retrotraimiento geopolítico que
debilitaba el complejo industrial-militar.
La segunda, mediante autores que promueven la dimensión militar-guerrera
de la civilización occidental o su conflictividad y, consecuentemente,
determinan sus problemas y enemigos en relación con guerras eventuales y
deseables. En este trabajo, por ejemplo,
hemos hecho referencia a los análisis de la pareja Toffler, de S. Huntington y
P. Kennedy quienes, sin mencionarlo, adversan las opiniones de Fukuyama. Kennedy, por ejemplo, escribe que las
comunidades desarrolladas y las empobrecidas no aceptarán la lógica del mercado
global si ella funciona en su perjuicio: " En lugar de tendencias
económicas y tecnológicas encaminadas hacia esa globalización unidad de
actividad, el mundo sin fronteras, podrían provocar enormes brotes de
violencia, así como el hacinamiento de decenas de millones de personas sin trabajo
en las ciudades del mundo en vías de desarrollo" (op. cit., págs.
428-429).
(42)
Este el tema de la crisis de los partidos y de sus ideologías. Se articula también, para algunos actores
progresistas, con el abandono del proceso revolucionario cubano como referente
revolucionario o como proceso de admirar, juzgándosele ahora exclusivamente por
sus penurias actuales, y con una nueva adhesión dogmática, que se quiere
realista, a un solo tipo de forma de lucha popular: la electoral y la búsqueda
de consenso.
(43) En la tabla
que tengo a mano el país latinoamericano peo ubicado es Haití (N° 29), entre
Uganda y Ghana. El mejor, Chile, entre
Checoslovaquia y Hong Kong. Se cuenta desde los de menor desarrollo a los de
mayor desarrollo. El número 130, el
mejor, lo ocupa Japón.
(44)
Esta expresión no es exclusiva de la lógica del máximo beneficio capitalista.
"Maximizar el empleo de los recursos" es enteramente compatible con
la sabiduría de un proyecto humano de producción de comunidad y de vida para
todos.
(45)
Visto desde los núcleos de la dominación no se trata de un solo conjunto de
problemas, sino de tres cuestiones distintas.
Su proposición es que el modelo económico no tiene más problemas que las
trabas al aire libre flujo financiero y mercantil (populismos, nacionalismos,
tribalismos). Traduce el deterioro
ambiental como causado principal, aunque no exclusivamente, por los pueblos
atrasados y dentro de ellos, por los pobres.
No percibe como problema el deterioro del ambiente humano. En todo caso, las respuestas a la cuestión
ambiental son técnicas. En cuanto a la
población, se alarma ante su crecimiento desmesurado en las áreas de mayor
pobreza, particularmente Africa (su población se triplicará en los primeros 25
años del próximo siglo, alcanzando 1.580 millones de personas), y propone
bloquear las migraciones no deseadas desde las periferias a los centros. El clima de esta última discusión ha sido
reseñado por J. Cousteau: "Es necesario que la población mundial se
estabilice y para ello, habría que eliminar 350.000 hombres por día. Es tan horrible que ni siquiera habría que
decirlo. Pero el es el conjunto de la
situación en que nos encontramos, que es lamentable," (citado por M.
Rogalski: El auge de la factura Norte - Sur, p. 116).
(46)
Una subjetividad crítica es social y supone el rechazo de una situación
alienante, la crítica a su entendimiento 'normal' y el llamamiento a un
movimiento emancipador y su organización (Cf. P. Waterman: Global, civil,
solidario, p. 131).
(47)
Una situación límite contiene elementos y subjetivos. Puede encerrar el drama de la supervivencia
física o de la exclusión racial o étnica final (genocidio, etnocidio), pero
este drama debe ser valorado (asumido) por quienes lo sufren o son interlocutores
de este sufrimiento como una situación límite.
La idolatría sistémica, causa de muerte, es una situación límite
objetiva para un creyente religioso, pero subjetivamente puede ser asumida por
él como un dato existencial, como mero defecto.
(48)
La interlocución, como interpenetración, es la forma de la articulación entre
teoría y práctica, entre el concepto, los sentimientos, la imaginación y la
voluntad. Ser interlocutor es aprender a
oír, a discernirse uno en el otro.
(49)
H. Gallardo: Notas sobre la situación mundial observada desde América Latina,
págs. 22-23. La referencia sigue: "La alternativa no sólo no está 'más
allá' del capitalismo en el espacio, sino que no es tampoco un 'después' del
capitalismo". Como referente
estratégico, esto quiere decir que no hay solución para las victimizaciones que
condensan la globalización asimétrica o el 'modelo neoliberal', pero que es
posible imaginar aquí y ahora una globalización constructiva y realizar
acciones que transformen las condiciones de sobrevivencia o muerte (existencia)
en condiciones de vida.
(50)
La lógica del capitalismo actual se reproduce mediante situaciones y
estructuras de enajenación (contra la fuerza de trabajo), exclusión y
precariedad (contra la fuerza de trabajo, contra la Naturaleza ), de
destrucción, derroche y rebajamiento (de los bienes que produce y del hábitat),
patriarcales (contra las mujeres y lo femenino), adultocéntricas (contra los
jóvenes y lo juvenil), idolátricas, racistas, etnocéntricas. Lo alternativo existe en cada una de estas
situaciones, plurales y particularizadas, como interlocución, como articulación
de dolores sociales y como acción social, política y ética transformadora.
[4] .De aquí el
auge de las ONGs, primeramente destinadas, en América Latina, a capacitar para
el desarrollo, después a resguardar los derechos humanos contra los regímenes
de Seguridad Nacional, y hoy, mayoritariamente, oreintadas a “apagar inendios”
para que el sistema sobreviva o burocratizadas y mirando temerosamente por su
propia sobrevivencia.
[5] . La
reciprocidad o ayuda mutua, frecuentemente entre pequeños productores
agrícolas, pueblos profundos, pequeños comerciantes, ambulantes, redes
familiares, etc. puede manifestrse bajo su foma mercantil (te ayudo hoy para
que tú me ayudes mañana), o bajo una forma comunitria, te ayudo porque es bueno
para la comunidad y para mí; nos hace crecer. En este último caso, la ayuda
específica es gratuita, aunque reporte beneficio. Estas formas de reciprocidad
no son mutuamente excluyentes.
[6] . Cf. H.
Gallardo: Fenomenología del mestizo. Todo el libro está dedicado a esta
discusión.
[7] . Exito que
va acompañado de una enérgica evidenciación de sus conflictos: crecimiento sin
empleo, predominio del capital espeulativo, abierto fracaso de las
organizaciones internacionales (ONU, BM, FMI, etc.) ética del Amo, destrucción
ambiental. De esta evidenciación, el discurso liberador que comentamos extrae
la cercana oportunidad de una transformación por el colapso de las
institucidones de la dominación y la movilización de “los de abajo” (Cf.X.
Gorostiaga: Entre la crisis de la revolución neoliberal y la emergencia de la
globalización desde abajo). Pero se trata de un sueño. Las instituciones de la
dominación no se aproximan al colapso, pese a su fracaso, y son recambiables, y
una activación de “los de abajo” exige una sensibilidad y un trabajo político,
no es el resultado de cabildeo ni de la inercia.
[8] . Para esta
transición influyó, asimismo, la activación popular centroamericana y el éxito
de la insurrección de todo el pueblo de Nicaragua (1979).
[9] . Véase L.
Vitale: Ideas para un debate sobre movimientos sociales.
[10] . Por
ejemplo, el esfuerzo de A. Gramsci.
[i] ) Como en todos mis trabajos, ªpopularª no es un mero término,
sino una categoría de análisis. Señala la dialéctica existente entre ªpueblo
socialª (sectores que sufren asimetrías) y ªpueblo políticoª (movimiento
articuladof que se propone la trnaformación de las condicifones que producen
las asimetrías sociales y, desde ellos, con la totalidad social.
[ii] . En el inicio del auge del discurso neoliberal se precisaba: los
pueblos y las sociedades tienen la salud y la educación que puedan pagar. Se
trataba de una versión socializada del apotegma: todo desayuno tiene su precio.
En 1994, el matrimonio Toffler anuncia la inevitable consecuencia de este
teorema: la rebelión de los ricos que se niegan a pagar los desperdicios,
ineficiencias, irresponsabilidades y cuentas de los pobres (Las guerras del
futuro, p.299 y siguientes). Para América Latina, se ejemplifica con Brasil: El
Sur crea el 76 por ciento del producto interior bruto del país y su
representación práctica en el Estado es inferior a la del Norte y a la del
Nordeste cuya aportación económica, medida en estos términos, alcanza sólo el
18 por ciento. El Sur afirma además que subvenciona al Norte (...) los
meridionales ya no bromean cuando dicen que Brasil sería rico simplemente con tal
que acabase al Norte de Río (op.cit.,p.302).
[iii] .Tecnologías-mercancías (informática, robotización, nuevos
conductores, reemplazos energéticos, ingeniería genética, biotecnología)
monopolizadas por las economías y Estados centrales.
[iv] .”Reactiva” hace referencia al hecho de que las sociedad y
economías latinoamericanas no tienen contro significativo sobre el mercado
mundial y, por ello, no pueden afectar su carácter.
[v] . Las sociedades latinoamericanas son las que peor distribuyen su
riqueza social. La relación entra la captación de ingreso entre el 20% más
pudiente y el 20% m´s empobrecido es, como promedio, de 18.61. Sus puntos más
altos son Brasil, con 26.08 y Perú con 32.11. Los países asiáticos tienen una razón promedio de 7.27 y
los países centrales de 6.14. Estados
Unidos de Norteamérica, que es entre estos último, la sociedad que peor
distribuye su ingreso, alcanza una razón de 8.91, muy por debajo de Argentina
(11.43), Chile (14.38), México (19.90) o Venezuela (18.00) (Cf. Larraín y
Vergara: Investment and Macroeconomic Adjustement. The case of East Asia).
No se trata, por consiguiente, sólo
de un problema de pobreza (se espera que
el 53% de la población latinoamericana
sea pobre en el año 2000), sino de la coexistencia de polos de opulencia
y miseria. Cuando se habla de la década del noventa no debe olvidarse, tampoco,
que el período inmediatamente anterior fue caracterizado por la CEPAL como una década
“perdida” y de “doloroso aprendizaje” que acenuó los desequilibrios históricos
de las sociedades latinoamericanas.
[vi] . En Chile, el estrato inferior de los obreros y empleados, un
46% del total de ocupados, se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Otro
segmento amenazado es el de jóvenes y mujeres entantes/re-entrantes cíclicos al
mercado de trabajo. El mercado funciona aquí como un mecanismo reproductor de
la poblreza y de la desigualdad social (Cf. Leiva y Agacino: Mercado de
trabajo flexible, pobreza y desintegración social en Chile, p.2). Sin
embargo, el ‘éxito’ actual del modelo chileno actual, descansa, más que en la
exclusión, en la precariedad del empleo y en la fragmentación social. Entre
1972 y 1992 el empleo público se redujo en 6%, el sector informas creció 2.2% y
los trabajadores asalariados (0.4% de la población económicamente activa) se
encuentran fundamentalmente en la pequeña empresa, con baja productividad y
salarios deprimidos.
[vii] . Se trata fundamentalmente de fuerza de trabajo urbana que, en
América Central, fue bautizada como “economía del rebusque” (Cf. Portes,
Cartaya y otros: La economía del rebusque). El discurso neoliberal
entiende la ‘economía informal’ como actividad extralegal pero lícita que pone
de manifiesto la necesidad de flexibilizar el mercado de trabajo y de impedir
la intervención del Estado en el campo económico. Su exposición informal
(Caracas, 1996). J.L. Coraggio distingue además las interpretaciones
empresarial-modernizante propia de las ONGs, con sus variantes individualista
(microempresa) y asociacionista (cooperativas) y ‘solidarista’, de inspiración
cristiana (Cf. Del sector informal a la economía popular, p. 124).
[viii]. Todo vale igual si uno se siente bien. Cada quien debe gozar de
su precariedad o de su provisoriedad.
[ix] . Cf. para la experiencia peruana, L. Pásara: Ambivalencia en los
nuevos actores sociales. La experiencia peruana. También, del mismo autor: La
otra cara de la Luna.
Nuevos actores sociales en el Perú.