martes, 21 de febrero de 2012

EL ROL DEL TRABAJADOR SOCIAL EN LOS ACTUALES ESCENARIOS DEL SECTOR SALUD


XV SEMINARIO LATINOAMERICANO DEL TRABAJO SOCIAL“NUEVOS ESCENARIOS DEL TRABAJO SOCIAL EN AMÉRICA LATINA”


“EL ROL DEL TRABAJADOR SOCIAL EN LOS ACTUALES ESCENARIOS DEL SECTOR SALUD”
-Una Perspectiva Internacional-


                                                                                                      María del Rosario Montiel TS, MS 
                                                                                                        José Reinaldo Flores MD, MPH
                                                                             El Salvador

INTRODUCCIÓN

El presente documento refleja un esfuerzo colaborativo del análisis, discusión y experiencias desde el Centro Internacional de Formación para la Salud con base en Milwaukee, Winconsin, Estados Unidos, institución dirigida por el Dr. Reinaldo Flores (médico salvadoreño) y la Oficina de Proyección Social de la Universidad Nueva de San Salvador, a cargo de la Licda. Rosario Montiel (trabajadora social salvadoreña).

La hipótesis que trasciende la ponencia descansa sobre la base de que el contexto internacional del mercado laboral del trabajador social sugiere la necesidad de redefinir o ajustar estrategias de formación curricular acordes a nuevos escenarios y oportunidades que se encuentran en el escenario de salud, administración de proyectos, dirección y supervisión de programas.

Por la propia naturaleza de las capacidades del trabajador social “vis-a-vis” una creciente presión de participación o envolvimiento comunitario en los procesos de salud, lo hacen lógico depositario del área gris de responsabilidad que representa el “acceso a la población” en donde no incursionan médicos, enfermeras, administradores, etc.

Tomando en cuenta las necesidades de la población de ver representados sus intereses, escuchadas sus opiniones y traducido en acciones concretas y considerando, la formación inherente al trabajador social, un renovado impulso al reajuste curricular es del caso, incorporando los nuevos elementos del mercado laboral al armamentarum académico-curricular que satisfaga esas demandas.


Participación, Desarrollo Comunitario, Trabajo Social y Salud


La participación de la comunidad en los procesos de mejoramiento de la cobertura de servicios (para diferenciarlo de la participación en los procesos de salud), encontró un nuevo impulso en la famosa declaración en la reunión de Alma Ata (1977) trazando la meta de salud para todos para el año 2000 (SPTA 2000) y sistematizando la estrategia para lograr esa meta con la Atención Primaria en Salud (APS).

La APS reconoce la participación comunitaria como componente fundamental de la estrategia, y aunque esta participación no era un elemento desconocido en el sector salud, recobra un sentido esencial para la consecución de los componentes programáticos como es inmunizaciones, saneamiento básico, atención materno infantil, control de enfermedades diarreicas, respiratorias y de transmisión sexual, salud oral, salud del adulto, etc.

Es importante mencionar que, además de la participación comunitaria se incluyeron elementos como descentralización, mejoramiento de los procesos de gestión (administración, liderazgo, financiamiento), educación y promoción de la salud.

A principios de los cincuenta, el seno de las Naciones Unidas, particularmente en la Organización Mundial de la Salud, el desarrollo comunitario es sugerido en forma de proyectos demostrativos de saneamiento rural, pero instrumentales a una política de salud no siempre participada a nivel “beneficiario” aunque nadie discute los alcances positivos del saneamiento básico.

En los años subsiguientes aparecen nuevos ámbitos de intervención o proyectos específicos de desarrollo comunal y participación comunitaria. Podríamos resumirlo en los siguientes:

-          Educación
-          Promoción de pequeñas industrias rurales
-          Fomento de cooperativas
-          Extensión agrícola
-          Economía doméstica
-          Saneamiento rural

En 1954 en la reunión del Consejo Económico y Social de la O.N.U. aparece la expresión “desarrollo de la Comunidad”, para designar un medio instrumental destinado al logro de determinados objetivos tendientes a la elevación de los niveles de vida.

Al año siguiente, el Consejo Económico y Social aprueba una resolución en la que considera que el proceso económico y social se puede acelerar en las regiones económicamente menos desarrolladas mediante la utilización de la capacidad y energía latente de los habitantes, en actividades de esfuerzo propio en las que puede mejorar la situación de las comunidades.

Para 1956, un grupo de expertos de Naciones Unidas sintetiza las diferentes experiencias y produce un documento básico, Desarrollo de la Comunidad y servicios conexos, consagrado totalmente a explicar el significado y la aplicación de esta técnica social. Algunos han considerado a este documento como la carta magna del desarrollo de la comunidad. En el documento se propuso una definición que por muchos años ha sido clásica y que dice así: “La expresión desarrollo de la comunidad se ha incorporado al uso internacional para designar aquellos procesos en cuya virtud los esfuerzos de una población se suman a los de su gobierno para mejorar las condiciones económicas, sociales y culturales de las comunidades, integrar estas en la vida del país y permitirles contribuir plenamente al progreso nacional”. Esta ha sido la primera definición oficial del desarrollo de la comunidad propuesta por Naciones Unidas, repetida en otros documentos internacionales y ampliamente difundida y utilizada entre los especialistas de este campo, inclusive, los del área de la salud.

En este complejo de procesos intervienen, por lo tanto, dos elementos esenciales: la participación de la población misma en los esfuerzos para mejorar su nivel de vida, dependiendo todo lo posible de su propia iniciativa; y el suministro de servicios técnicos y de otro carácter en formas que estimulen la iniciativa, el esfuerzo propio y la ayuda mutua, y aumenten su eficacia. El desarrollo de la comunidad encuentra su expresión en programas encaminados a lograr una variedad de mejoras concretas.

Hasta este momento, el desarrollo comunal se orientó casi exclusivamente a las zonas rurales. Sin embargo, existió la necesidad de analizar programas de esta índole en las zonas urbanas, debidos a los problemas que se presentan en las ciudades y poblaciones a causa del movimiento migratorio del campo a la ciudad que se da en todos los países.

También comienza a considerarse la inserción de esta técnica dentro de la problemática del desarrollo económico y social, apuntando ya algunos aspectos en que el desarrollo comunal y el desarrollo global pueden complementarse recíprocamente. Hay ciertas decisiones y medidas de desarrollo que no dependen de la participación popular, pero la facilitan, complementan y estimulan. Por su parte, el desarrollo de la comunidad promueve y orienta el desarrollo económico y social y restablece la cohesión comunitaria, que puede perturbarse a causa del crecimiento económico y social.

Durante la década de los ochenta la meta SPTA 2000 y su estrategia la APS se vuelven el paradigma de los programas y proyectos en salud y en particular los trabajadores sociales que trabajan en instituciones de servicio de alcance comunitario, se ven envueltos en proyectos de desarrollo, participación comunitaria, ensamblados en lograr la meta de Salud Para Todos[1].

Mucho se ha escrito y debatido sobre el real sentido de participación y desarrollo comunitario en varios ámbitos, y el área de la salud no es la excepción.

Sin entrar en la compleja dicotomía de las concepciones de Leonardo Tomasetta[2], ni en la extensiva discusión académica de Ander-Egg sobre participación y desarrollo comunitario, en lo atinente a los programas y proyectos de salud, podríamos decir que estos elementos recobran en los tiempos actuales una gran importancia, más ligada quizá con el apuntalamiento de un sistema político-económico que la obtención de mejores condiciones comunitarias en los términos tradicionales.

Durante los ochenta los trabajadores sociales de innumerables instituciones, organizaciones y agencias (PLAN, Proyecto HOPE, CARITAS, World Vision, OMS, OPS, UNICEF, FAO, subproyectos de AID, Banco Mundial, Interamericano de Desarrollo, etc., etc.) agregaron a su “expertise comunitario para el desarrollo” el componente salud[3]. Obviamente que los profesionales, médicos y paramédicos poco interés mostraron en separarse del paradigma hospitalario de salud que aporta tanto prestigio social.

En África, Asia y América Latina el trabajador social se hace más conocedor  de la comunidad, de su desarrollo, participación y de la situación de salud o enfermedad. En cierto sentido, muchos trabajadores sociales hicieron estudios de posgrado “in-situ” y paulatinamente se convirtieron en naturales depositarios de lo relacionado en hacer que la gente participe en los proyectos de salud.

Pese a la apertura que áreas como la salud abría al mercado laboral del Trabajo Social, los contenidos curriculares relacionados con salud pública, epidemiología, APS, administración de proyectos de salud, técnicas y medicamentos esenciales, etc., no mostraron un desarrollo paralelo en las instituciones de formación.

La revisión anterior es sustantiva a nuestra intervención el día de hoy, puesto que el rol del trabajador social en los actuales escenarios del sector salud encuentra mayores oportunidades en el mercado laboral sobre todo tomando en cuenta las tendencias mundiales en cuanto a cambios económicos, sociales y políticos, que indudablemente inciden en el sector salud.

Veamos entonces cómo el panorama internacional moldea nuevos horizontes para las oportunidades del Trabajo Social en el sector salud.


El Escenario Internacional y su Influencia en el Ámbito del Trabajo Social en el Sector Salud

Las palabras del padre Ignacio Martín-Baró para el I Congreso Nacional de Trabajo Social celebrado en el Salvador, noviembre 30 de 198, siguen teniendo vigencia en julio de 1995.
“El Trabajo Social ha pasado de ser considerado instrumento de prestaciones a ser un vehículo de promoción, de ser una ayuda asistencial a ser un catalizador del desarrollo y del cambio social.”

            Indudablemente nuevos desafíos se han agregado a las estructuras de producción y con ellas las labores que demandan una visión y posición inteligentes de parte de las profesiones depositarias de los ideales de Trabajo Social.

            Nuestra experiencia en el transcurso de los últimos 15 años, observando de cerca el comportamiento del mercado laboral del Trabajador Social, refleja interesantes cambios, de nuevo validados por las acotaciones del padre Baró.

            Hemos visto al Trabajador Social como técnico encargado de proporcionar aquellos servicios sociales requeridos por determinadas instituciones para el logro de sus objetivos (tanto para los empleados mismos de la empresa o para los beneficiarios o clientes de las instituciones).

            En el campo de la salud, muchos profesionales en Trabajo Social se han ubicado en instituciones cerradas como hospitales y en programas de educación a la comunidad en las diferentes regiones de los Ministerios de Salud, asumiendo en estas instituciones, un rol de educador en salud.

            La problemática en que interviene el Trabajador Social podría sintetizarse en lo siguiente:

F   Falta de educación para la salud en el aspecto preventivo y curativo.
F   Desnutrición de la población usuaria.
F   Problemas de Salud Mental.
F   Marginación o rechazo familiar y social del enfermo.
F   Inadaptación del paciente al medio hospitalario.
F   Extrema pobreza del paciente asistido y
F   Deficiente asignación en presupuesto a las instituciones de salud.

Ante lo anterior, el Trabajo Social interviene más que todo a nivel individual, atendiendo casos breves, con acciones paliativas, dando respuesta a necesidades inmediatas. Estas funciones son de apoyo paramédico, caracterizadas por un enfoque asistencialista. Además realiza labor educativa, enfocada a aspectos preventivos y curativos, con el fin de incidir en aquellos factores socioculturales que limitan y dificultan el éxito en el tratamiento médico, brinda atención a grupos con fines de información, orientación y en algunos casos con inclinación terapéutica, de carácter transitorio.

Debido a la precaria situación institucional, realiza acciones de promoción para obtener recursos de la comunidad a fin de colaborar con las instituciones de salud en la prestación de servicios, y, por ende, beneficiar al paciente para resolver su problema.

Pero además del panorama anterior, también hemos visto a Trabajadores Sociales, escalando puestos ejecutivos en instituciones públicas, privadas sin o con fines de lucro. Como directores de programas o proyectos de salud, parteras empíricas, a cargo de medicamentos, llevando de la mano a médicos en el quehacer comunitario.

Resulta obvio que no es el esquivo y aristócrata conocimiento médico que ha puesto al Trabajo Social en el lugar que lo hemos encontrado. Los sistemas institucionales, las burocracias internacionales y las agencias de asistencia técnica, han identificado en el trabajador social una serie de capacidades que lo hacen idóneo para ciertas tareas. Tareas que para las cuales los médicos y enfermeras no están bien equipados ni muy entusiasmados de llevar a cabo, en tanto que los alejan del poderoso mundo clientelar de la consulta, mágica transacción con la vida y la muerte de tanta valía social.

Pero, ¿por qué en la actualidad el rol del trabajador social se vuelve llamativo para los sistemas productivos, de prestación de servicio, etc.?

La receta durante los últimos 15 años ha sido estabilizar, ajustar, reducción del aparato gubernamental, privatización que bajo el eufemismo del “estado moderno” o del avance de la “post-modernidad” han encontrado tremendo beneplácito en las agencias y organismos bi y multilaterales de cooperación particularmente los bancos y el Fondo Monetario Internacional.

Pero lo anterior no ha sido por lo menos para América Latina, con el objetivo de modernizar los estados, ni para mejorar los niveles de vida de la población, ni para consolidar los procesos democráticos tan frecuentemente confundidos con procesos electorales. El objetivo primordial de las medidas de ajuste fue el asegurar a la banca internacional que los países (nuestros países) podrían pagar la deuda y los intereses acumulados.

Recobrar la solvencia y crédito internacional resultó ser la consigna detrás de las medidas tan familiares para disminuir el déficit fiscal como el aumento (o “ajuste”) a las tablas impositivas, a los precios de los servicios subvencionados por los gobiernos (transporte, educación, canasta básica y, por supuesto, salud), privatización, reforma monetaria (con ejemplos de terrible inflación en varios países)[4].

En los últimos 15 años la aplicación del ajuste, como condición necesaria para ser sujeto de crédito internacional, en lo que respecta al sector salud, los ministerios y las agencias del sector han sufrido drásticas medidas de recorte presupuestario y, por ende, en su capacidad de asegurar la salud como derecho. La salud es mejor definida como “un bien de responsabilidad compartida”; lo que suena muy bonito, a no ser por el hecho de hacer recaer en la población la responsabilidad de mantenerse sanos y, por extensión, de recobrar salud.

Para lograr promover este grado de responsabilidad es necesario conocer la comunidad, saber escucharla, obtener sus prioridades, hacerla planificar y participar en la fase de implementación, aquí ya no se habla solo de clase pobre, campesina o marginada, se agrega clase media usuaria de los servicios del Estado; además de cualquier grupo (o comunidad) con capacidad de pago. Ustedes, estimados colegas, coincidirán que no hay candidato más idóneo para llevar a cabo esta tarea de participación y “desarrollo” comunitario, que el trabajador social.

(Tabla comparativa de perfil profesional entre el Social Worker, Medical Social Worker y Social Service Assistants).


Una Alternativa de Acción Concreta

Los ejemplos en el desempeño profesional del trabajador social en países africanos, asiáticos, latinoamericanos y en Norteamérica parecen indicar una apertura a nuevas alternativas laborales en donde el trabajador social puede ofrecer sus capacidades profesionales, técnicas y humanas.

Cargos de dirección, supervisión, análisis y diseño de proyectos y programas de salud, representan algunos ejemplos de reposicionamiento del Trabajo Social en instituciones, organizaciones y agencias públicas y privadas.

Sin embargo, las anteriores oportunidades llevan consigo obligaciones de estudiar, investigar, informarse y mantenerse al día sobre política, economía y conflictos sociales, culturales, religiosos, a nivel nacional y mundial; cada vez más indistinguibles en sus efectos y relaciones.

En esa dimensión de responsabilidad es donde las instituciones de formación tienen un papel prominente, haciendo accesible, ordenado y pertinente los conocimientos y habilidades necesarias para que el trabajador social pueda incorporarse con sus mejores potencialidades al frente de sus nuevos derroteros.